El Banco Central Europeo (BCE) dio ayer una sorpresa a los analistas y a los mercados al anunciar un recorte inesperado de su programa de compras de deuda -QE-: a partir de abril reducirá el montante en 20.000 millones de euros al mes, dejándolo en la cantidad en la que arrancó en marzo de 2015, en 60.000 millones mensuales.
A pesar de ello, Mario Draghi, presidente de la entidad, quiso dejar bien claro que este movimiento no tiene nada que ver con el tapering -la retirada paulatina, pero definitiva, de las compras de deuda-; tanto es así que el anuncio de menos compras vino acompañado de un retraso en la fecha tope del programa, hasta ahora establecida en marzo de 2017: continuará vigente al menos hasta diciembre del año que viene.
"Si en ese periodo el contexto es menos favorable, o las condiciones financieras lo piden, el BCE pretende aumentar el programa en términos de duración o tamaño", explicó el economista italiano, para añadir después que "la presencia de la entidad en los mercados va a continuar durante un largo periodo".
Así, Draghi quiere evitar hablar del principio del fin de los estímulos y ha valorado esta decisión como un ajuste enfocado a "preservar un ritmo sustancial de política acomodaticia para asegurar el objetivo del 2% de inflación en el medio plazo". Y es que, según las proyecciones macroeconómicas que actualizó ayer el propio BCE, la inflación no alcanzará el objetivo ni siquiera en 2019: tocará el 1,7% ese año, cuando el cargo de Draghi termina en noviembre.
Ignacio Victoriano, responsable de renta fija en Renta 4, explica que "el papel del QE en las perspectivas de inflación es importante y no logra acercarse al objetivo del 2%, por lo que todo apunta que vamos a tener compras del BCE durante un tiempo".

Subida de tipos
A pesar de todo, hay que destacar que Draghi lanzó ayer un mensaje menos pesimista de lo que muchos podrían haber esperado; incluso llegó a remarcar que "los riesgos de deflación prácticamente han desaparecido de la Eurozona", algo que puede tener que ver con la decisión de reducir los estímulos por primera vez desde que se implementaron hace ya casi dos años.

Si bien Draghi se ha cubierto las espaldas al descartar cualquier signo de tapering, el primer recorte de estímulos hace que los inversores se planteen cuándo llegará el incremento en el precio del dinero, el siguiente paso una vez se desmantele el QE.
De hecho, las perspectivas que maneja Bloomberg de que se suban las tasas han superado ya el 54% para el mes de septiembre de 2018. A pesar de todo, hay analistas escépticos con esta posibilidad: Victoriano explica que "Draghi ha dicho que seguirá comprando bonos durante bastante tiempo, y entendemos que en 2018 no veremos el final. Por ello, la subida de tipos todavía está bastante lejana".
Cambios técnicos
Al margen de lo anterior, el BCE también anunció ayer varios cambios en las normas establecidas para el QE: podrá comprar deuda a vencimiento de un año -el límite hasta ahora era de dos- y también podría adquirir bonos con rentabilidad inferior a la facilidad de depósito, en el -0,4% actualmente. Así, entran en juego los bonos alemanes y franceses con vencimientos más cortos, que hasta ahora estaban excluidos.
Primera reunión tras Trump
Desde ETF Securities introducen el factor político dentro de la ecuación, ya que destacan que la decisión de la entidad es "extremadamente prudente y mira hacia el largo plazo, reflejando riesgos inflacionarios por el aumento del precio del petróleo y la posibilidad de mayor gasto fiscal el año que viene. Es más, creemos que el BCE está llevando a cabo un acercamiento precavido a la posibilidad de ver todavía más riesgos inflacionistas por el auge de los partidos populistas en Europa". No hay que olvidar que la de ayer fue la primera reunión del BCE desde la elección de Trump como presidente, algo que según Draghi tendrá consecuencias "a largo plazo todavía muy difíciles de adivinar".