
El periodo de más de tres años en los que la inflación negativa ha permitido a España disfrutar de ventaja, en cuanto a precios, con la eurozona toca a su fin. El repunte de cinco décimas del IPC de octubre hace que ese diferencial favorable a nuestro país desaparezca, lo que nos adentra en un nuevo escenario con menos vientos de cola para el consumo de los hogares y para las exportaciones.
De ahí que ahora sea más necesario que nunca evitar que se agudice esa tendencia elevando en demasía los costes laborales. Peticiones como las realizadas por los sindicatos de subir hasta el 3% los sueldos en 2017, o que el salario mínimo alcance los 1.000 euros en 2020 discurren por la vía inadecuada, contraria a la competitividad.