Opinión

Bienvenidos al postcapitalismo

Donald Trump | Ilustración: NAPI

S orpresa e incertidumbre. Son las dos palabras que mejor definen la victoria de Donald Trump. Sorpresa porque los sondeos fallaron (una vez más) e incertidumbre porque se abre un periodo de cambios por explorar. La primera extrañeza provino de los mercados financieros, que no se desplomaron, en contra de la creencia generalizada entre los expertos.

¿Por qué se equivocaron los analistas? Las descalificaciones y los insultos entre los candidatos dejaron en un segundo plano los aspectos económicos. El programa de Trump prevé una bajada de impuestos tanto para los ricos como para los que menos ganan, que quedarán exentos de pagar el IRPF, junto a un billón de dólares en obra pública en la próxima década y nuevos fondos para la defensa. Menos impuestos y más gasto público son la combinación perfecta para impulsar cualquier economía. Si se tiene en cuenta que los republicanos retienen la Cámara de Representantes y del Senado, es creíble pensar que pueda ejecutar sus planes.

Con estas premisas, los inversores dieron rápidamente su aprobación al nuevo presidente. Todo lo contrario que Obama. Sus programas estrella, como la ampliación del sistema sanitario público (Obamacare) o su reforma en favor de las energías renovables quedaron en el tintero por falta de apoyo en ambas Cámaras y por los problemas con el Tribunal Superior de Justicia, de perfil conservador. ¿Podemos estar seguros de que el plan de Trump funcionará? Sobre el papel, es lo más probable a corto plazo, pero a medio o a largo existen muchas incertidumbres.

La mayor procede de sus críticas a la globalización y la entrada de inmigrantes. El candidato republicano utilizó este reclamo para ganarse a la clase media trabajadora, cuyo poder adquisitivo está amenazado debido a que la globalización facilita la entrada masiva tanto de productos como de mano de obra baratos.

El muro que quiere levantar en la frontera con México simboliza a la perfección su pensamiento. Sin embargo, puede tener serios problemas dentro de su propio partido para tumbar el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá (Nafta, en inglés), después de casi treinta años en vigor. Igual ocurre con la Organización del Atlántico Norte (OTAN) o el Acuerdo de París contra el calentamiento global. Le queda una largo peregrinaje para modificar los compromisos internacionales. El propio Trump aclaró, en su primer discurso tras la victoria, que jamás se saltará la legalidad.

El peor riesgo es una guerra comercial con China, a la que acusa de manipular su moneda para hacer sus exportaciones más competitivas. "Es el mayor robo en la historia del mundo", señaló en un acto en Indiana. Afortunadamente, la economía del gigante asiático no mostró signos de flaqueza después de las palabras de Trump. El presidente chino, Xi Jinping, al igual que el de México, Enrique Peña Nieto, han tendido la mano al nuevo inquilino de la Casa Blanca para negociar una solución amistosa.

Todo esto explica que las empresas minerometalurgicas, al igual que las farmacéuticas, se vieran claramente aupadas en el parqué bursátil, mientras que automovilísticas, energéticas o tecnológicas, que producen gran cantidad de sus productos en el exterior, sean penalizadas.

El discurso de Trump tiene otras consecuencias menos apreciables, pero esenciales para la marcha del planeta. Si la economía de Estados Unidos se fortalece, la inflación comenzará a subir como consecuencia del aumento del consumo y de la inversión. Por ende, la Reserva Federal (Fed) se verá obligada a subir los tipos con mayor frecuencia para combatir el alza de los precios.

La presidenta de la Fed, Janet Yellen, desvelará el 14 de diciembre si endurece la política monetaria, como parece probable, una semana después de que lo haga su colega del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi.

Este jueves, el BCE provocó ya una estampida en el precio de los bonos de la eurozona al revisar la inflación por encima del uno por ciento. Los analistas creen que tanto a uno como a otro lado del Atlántico se dan los primeros pasos para enterrar la etapa del dinero barato. Los dos grandes beneficiarios son los sectores bancarios y asegurador, cuya cuenta de resultados sufre porque los tipos de interés cercanos a cero reducen sus márgenes y aleja a los clientes.

Pero las cosas no suelen ser blancas o negras, ni tampoco previsibles, como muestra la victoria de Trump. Bruselas acaba de reducir la previsión de crecimiento de la UE en tres décimas para el próximo año, al 1,6 por ciento, y se espera que el BCE prorrogue el programa de compra de deuda hasta bien entrado 2018. Está por ver, además, que Trump logre catapultar la economía americana. El panorama es cambiante y será incierto, por lo menos, hasta los primeros meses de 2017.

La impresión es que estamos ante un fenómeno global difícil de contener. Si los ciudadanos de dos de los países más prósperos y con pleno empleo, se rebelaron contra sus gobernantes porque sienten su nivel de vida amenazado y, en ocasiones, soportan sueldos que apenas les dan para vivir, ¿qué ocurrirá en el resto, donde las condiciones son aún peores y donde el avance de la tecnología siega cientos de miles de trabajos?

Hay un alto riesgo de que el populismo del Reino Unido y Estados Unidos contagie a la vieja Europa. Alemania, Francia y Holanda van a las urnas el año que viene. Austria repite los comicios el 4 de diciembre, mientras que Italia celebra un referendo constitucional que puede abrir el camino a unas elecciones anticipadas si pierde Matteo Renzi, como pronostican los sondeos. Algunos economistas, como Paul Mason, auguran el nacimiento de la era del postcapitalismo. Lo malo es que nadie sabe con certeza cómo será. Ni siquieraTrump.

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