
E l verano suele esconder grandes riesgos. Los mercados bajan su volumen de negocio y los especuladores aprovechan para hacer su agosto. No hay más que ver cómo los bajistas se cebaron esta semana con OHL, que perdió la mitad de su valor en solo unos días.
De acuerdo, que sus nuevos gestores hundieron el 97 por ciento su resultado del último trimestre, que tiene casi una veintena de proyectos en el aire, o que padecía una alarmante falta de liquidez, a juzgar por su circulante, que incrementó la deuda a hurtadillas. Pero aún así, no es razonable que una empresa cotice por solo un tercio del valor de sus activos, descontados ya los débitos.
Si en medio de tantas incertidumbres, Moody?s va y rebaja su rating, el cóctel molotov es explosivo. Pero al final, los mercados imponen su Ley. Villar Mir debe retomar el timón para poner orden, si no quiere que el daño hecho sea irreversible.
La atonía es la excusa perfecta para que los especuladores consigan sus objetivos. La economía mundial sigue pendiente de un hilo. En cuanto Estados Unidos dé signos de debilidad se volverán a desatar las tensiones de todo tipo. Su crecimiento en el segundo trimestre se redujo hasta el 1,25 por ciento, por encima del trimestre anterior, pero muy por debajo de las expectativas. La producción manufacturera también fue inferior a lo previsto, aunque por encima de los 50 puntos, que marca la frontera entre la expansión o el retroceso. Solo el dato de desempleo publicado este viernes permite alejar los negros augurios sobre EEUU.
Las expectativas sobre el resto del planeta no son mucho más halagüeñas. Japón anunció el enésimo programa de estímulos para revivir su actividad, sin entusiasmo por parte de nadie. La política monetaria agota sus efectos reverdecedores, como las pócimas que pierden la magia.
El flamante gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, echó toda la carne en el asador para evitar que el reloj del Reino Unido se pare, incluida una bajada de tipos de interés y la compra de bonos corporativos, como hizo Mario Draghi. Un reconocimiento implícito de que el Brexit puede acarrear consecuencias terribles en el resto del Continente.
Todo resultará inútil si el único motor de la economía mundial, Estados Unidos, se gripa. ¿Y de qué depende? Del precio del petróleo. Vigilen el coste del barril de crudo, porque como pierda los 40 dólares en las próximas semanas, es muy probable que vuelva a despertar los fantasmas que hundieron las bolsas a comienzos de año. El peso de las petroleras en el índice Dow Jones es esencial para que éste mantenga sus resistencias y no arrastre al resto de mercados.
Resulta paradójico que mientras Obama se desgañita con la promoción de la energías renovables, el futuro de su país esté pendiente del oro negro. La caída de los stocks de gasolina, publicados el miércoles, salvaron el nivel de 40 dólares/ barril.
Todo dependerá de cómo vaya la demanda en los próximos meses. Desde el lado de la oferta petrolera, no se vislumbran recortes. Irán e Irak caminan a marchas forzadas para recuperar su producción máxima, mientras que Estados Unidos dejó de cerrar pozos petrolíferos. La tecnología de extracción es cada vez más eficiente.
No sé si el petróleo bajara más, pero lo que está claro es que no subirá mucho sin un acuerdo para congelar su bombeo. Cada vez que se acerca a los 50 dólares por barril, se reanuda la apertura de pozos en EEUU. Por lo menos, eso garantiza unos precios bajos durante largo tiempo. Algo que viene bien a economías como la nuestra.
En el caso español, la falta de Gobierno comienza a pasar factura y es lo más urgente. Todos los organismos nacionales e internacionales coinciden en destacar que el ritmo de crecimiento del 3 por ciento no es sostenible. El ministro de Economía, Luis de Guindos, mostró una gran habilidad en la negociación con Europa. España elude, de momento, la multa por exceso de déficit y logra dos años de prórroga hasta reducirlo al 3 por ciento. Este año se da casi por perdido, pero hay que aprobar un techo de gasto y tomar decisiones para cumplir con Bruselas.
Los pagos por adelantado del Impuesto de Sociedades son una chapuza para incrementar en 6.000 millones la recaudación, que urge enmendar con una reforma del gravamen. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, sigue socorriendo a las autonomías sin exigirles los planes de contingencia.
Además, el informe de la Autoridad Fiscal Independiente (Airef), publicado esta semana, muestra que es necesaria una reforma de la financiación autonómica, para acometer desviaciones como la de Cataluña o la Comunidad Valenciana. El reparto que rige desde la Transición sobrefinancia a las menos productivas como Andalucía, Extremadura, las dos Castillas o Canarias, en detrimento del resto. En fin, un agosto volátil y traicionero, con muchos asuntos por resolver.