
Como suele ser normal, los políticos generan problemas, no soluciones; desgraciadamente en un mundo globalizado, encima nos los generan a todos. Cameron cedió al populismo que en Inglaterra toma el nombre del UKIP y ha perdido -perdón, hemos perdido todos aún cuando no hayamos votado. Hemos perdido todos, insisto, hablando desde un punto de vista global, puesto que la incertidumbre, la puerta que en economía nunca se debe abrir, se ha abierto. Mejor, Gran Bretaña no ha abierto esa puerta, la ha derribado de un empujón y hoy el mundo se debate sobre un futuro mucho más incierto; encima nos llega en un momento donde el crecimiento económico a nivel mundial renquea, mengua y se contrae.
Precisamente el impacto de la salida de Reino Unido tendrá para los británicos un contexto económico muy negro: como mínimo estanflación -estancamiento con inflación-, si no se ve abocado a la reflación -recesión con inflación. La caída de la libra con la consiguiente inflación, el frenazo a flujos inversores, la más que probable salida de dinero fuera del país y la pérdida de la primacía financiera a nivel mundial tendrán enormes consecuencias para una Inglaterra donde su divisa, la libra, como desde el inicio del siglo pasado, perderá importancia. Además, Reino Unido puede explotar si los escoceses no cejan en un nuevo referéndum de escisión. Por lo pronto Irlanda del Norte y Gibraltar ya comienzan a preocuparse y estudiar vías de desmarcarse del tremendo error.
Reino Unido tiene un peso importante en la economía mundial, especialmente en el ámbito financiero. La incertidumbre aumenta la posibilidad de que EE.UU., pueda entrar en recesión, hay variables que claramente muestran esta posibilidad, y lo haría sin que la Reserva Federal tenga en este momento posibilidades de actuar de forma eficaz. Un ejemplo de la inestabilidad y los problemas causados globalmente lo tienen en el precio del petróleo; durante el viernes la caída del petróleo fue a mayores y en momentos alcanzó el 5 por ciento. Ya no hace falta explicar a nadie las adversas consecuencias de un petróleo barato, se llama incertidumbre y elevación de las primas de riesgo, y por consiguiente crisis financiera. Si los países emergentes, los que cimentaron el crecimiento después de Lehman Brothers, sufren por la caída del precio de las materias primas, con la salida del Reino Unido las posibilidades de ver descender el petróleo hasta mínimos gana posibilidades, precisamente ahora que parecía estaba mejorando.
Se argumentará que esta vez los bancos centrales estaban avisados y están tomando decisiones para parar el golpe. Esta visión es cicatera con el problema; la política monetaria puede contener los efectos no deseados en el corto plazo, pero a partir de una fecha nada pueden hacer al respecto. Este problema lo han generado los políticos populistas y, ante ellos solo pueden solucionarlo políticos líderes; hoy por hoy no se encuentran en ningún lugar del mundo este tipo de políticos. Hoy tenemos malos tecnócratas, corruptos, populistas y por supuesto blandengues ante los populistas.
Pero si para el mundo la salida es un problema, no digamos nada para Europa. La ligazón y el engarce de la isla es enorme con Europa. Dentro de la Unión Europea todos sus miembros mantienen entre ellos una alta internacionalización. Para Reino Unido su comercio exterior viene explicado en un 45 por ciento con el continente; no hablemos ya nada de su importancia financiera como líder. Hoy eso está en entredicho. Incluso moviéndonos en un plazo más largoplacista, la salida de Reino Unido produce unas consecuencias de movimiento telúrico en el plano político. Los populistas de todo color, signo, nacionalidad e ideología se han apresurado a pedir más referéndum. Mala noticia, especialmente porque ahora es el BCE el único que está haciendo algo por detener la hemorragia causada por la crisis. Sin embargo, como decía anteriormente, un banco central poco puede modificar en el medio o largo plazo sin otro tipo de políticas. En este momento Europa no necesita a los lúgubres tecnócratas de Bruselas; como decía anteriormente se necesitan líderes o estadistas capaces de dirigir con éxito una mayor unión europea: presupuesto único, tesoro público europeo, mayor integración bancaria y política económica única. ¿Pero realmente alguien, algún político, quiere llevar y está preparado para gestionarlas e implantarlas?.
Por último y ante los que minusvaloran el impacto en España, apenas décimas por debajo del 0,5, el Brexit puede tener fuertes complicaciones, alguna de las cuales ya se han vertido. Sin embargo, en el mejor de los casos no restará ingresos del principal mercado, el del turismo. Los quince millones de turistas ingleses encontrarán a España un país con facturas más caras para su bolsillos, como por ejemplo la vivienda, donde los ingleses son los principales compradores extranjeros. Dejan una honda preocupación por el riesgo en el país, y lo dejan porque en España tenemos lo peor de los dos mundos: populistas y nacionalistas. Solo esta combinación repugna y marea, si no tiempo al tiempo.
Solo hay una solución para que estas consecuencias de corto plazo no se transformen o degeneren: gestión políticas del momento y con una mirada más allá de sus intereses ante elecciones. Nuevamente miramos a Merkel, no voy a negar de su poder por el puesto de relevancia de Alemania en Europa, pero: ¿es Merkel una líder carismática para pilotar el problema?