
Cuando acabamos de conocer que a finales de 2014 teníamos las cinco regiones con mayores tasas de desempleo de Europa (Eurostat, 22 de abril), surgen ciertas dudas sobre la capacidad actual de crear empleos de forma intensa en nuestra economía. Así se deduce de la última EPA, donde los ocupados han decrecido en 114.300 respecto al trimestre anterior.
Asimismo, la tasa de paro ha crecido ligeramente, pasando del 23,1 al 23,78%. Es conocido que los primeros trimestres son tradicionalmente desfavorables desde el punto de vista estacional, por lo que las cifras no son desfavorables en tendencia. Además, es el menor descenso de ocupación en un primer trimestre desde 2008, y el leve descenso en el número de parados (-13.100) es el mejor dato en un primer trimestre desde 2005.
Pero no hay que ignorar el papel de factores externos. Entre otros, la reducción del precio del petróleo (interrumpida recientemente), la depreciación del euro (factor dinamizador de las exportaciones y el turismo) y los estímulos monetarios del BCE, dirigidos formalmente a eliminar la deflación, pero también a dinamizar el crecimiento y el empleo. Por ello sería bueno, aunque nada fácil, aislar factores coyunturales para emitir un juicio sobre el efecto de las reformas, principalmente la laboral, y de la política económica general de los últimos años. Así, el comportamiento del empleo en la construcción ha sido el más positivo, ayudado por la reducción de los costes laborales unitarios. En períodos de deflación como el actual, va a ser complicado seguir ganando competitividad vía precios, lo que afecta a las exportaciones. De hecho, el resto de sectores, especialmente servicios, han visto disminuir su número de ocupados salvo industria (+2.300). Es también relevante que mientras el empleo público ha aumentado (29.200), el privado ha disminuido notablemente (-143.500).
España continúa con tasas de paro inaceptables. El FMI señala un desempleo superior al 20 por cien para finales de 2016, cifra que no difiere de la estimada por el Banco de España en su proyección de marzo (22,2 por cien para finales de 2015 y 20,5 para finales de 2016), mientras el gobierno sigue evaluando positivamente la reforma laboral, incidiendo tanto en los empleos adicionales que se hubieran destruido anteriormente de no haberse aplicado, como en la continuada mejoría del paro registrado en los últimos meses. Hay que indicar que la reciente aprobación del sistema de formación para empleados es positiva, y sobre todo estructural, para mejorar la sostenibilidad del crecimiento a largo plazo. El problema es que de no haberse producido el descenso de la población activa en 2012-13 (en el primer trimestre ha disminuido en 127.400) la tasa de paro estaría en el entorno del 26% en lugar del 23,78 de esta última EPA.
En términos interanuales, la población activa en 2014 solo aumentó en 15.500. Por otra parte tan solo el 10,01 de los contratos es indefinido, y de ellos más del 40% a tiempo parcial (datos de marzo del Sepe). Sobre esto los criterios de la EPA son más laxos que los del Sepe. Así que de nuevo debemos hablar del "modelo productivo" y de la calidad del crecimiento. Ante la euforia que producen algunos datos coyunturales se va olvidando lo primero, mientras se resalta una nueva euforia inmobiliaria. Si ello se produce, con 3,4 millones de viviendas vacías (INE), seguiremos con empleos escasamente cualificados.
Se está creciendo más que otros países del entorno, pero no mejor. Buena parte del "talento" se sigue yendo mientras el principal pilar del crecimiento del empleo en este primer trimestre ha sido la construcción. La verdadera asignatura pendiente es alcanzar un mayor protagonismo de sectores con intensidad tecnológica y de mayor valor añadido que generen empleos de calidad. Competir en precios con países en desarrollo va a ser imposible; no queda otra que incorporar más tecnología y conocimiento. De otra forma esos mismos países nos ganarán también en esta batalla tecnológica.
Un ilustre economista decía recientemente que hoy la intensidad tecnológica de lo que exportamos es bastante menor de lo que ya exportan países como China. El margen de mejora de la competitividad y de la economía en general sigue siendo demasiado amplio para generar empleos de calidad.