Opinión

El déficit puede esperar, el paro no

Fátima Báñez

Hay que afrontar la dualidad del mercado laboral e introducir políticas activas de empleo.

En la reciente presentación del Informe Anual, el gobernador del Banco de España sugirió, para luchar contra el paro, profundizar en la flexibilidad salarial y "explorar las posibilidades" de contratar trabajadores por debajo del salario mínimo o de las condiciones de la negociación colectiva. Las reacciones no se hicieron esperar: los sindicatos mostraron su oposición frontal, la ministra Báñez dijo al gobernador que se ocupara del problema del crédito y el ministro de Economía respondió que escuchaba las recomendaciones, pero que tenía su propia hoja de ruta y ésta pasaba por la reforma laboral. El enfrentamiento entre gobernador y Gobierno sugiere dos reflexiones: los límites de la flexibilidad salarial y la política general de empleo.

Respecto a la primera, la intención del gobernador es paliar el desorbitado desempleo con reducciones salariales mayores: mejor ganar poco que estar parado. Pero no deja de ser una nueva vuelta de tuerca a la flexibilidad salarial, lo que, como avisa la OIT, puede deprimir más el consumo y castigar el empleo. Extraña, sin embargo, que sea el Gobierno quien se oponga a esta propuesta cuando su reforma laboral ha propiciado una caída salarial sin precedentes. Cierto que esta caída, unida al aumento de la productividad, ha inducido una fuerte devaluación competitiva interna que ha impulsado la demanda exterior y mejorado la balanza de pagos. Pero la devaluación la han pagado los trabajadores: los expulsados del sistema porque la disminución del empleo ha aumentado la productividad y los instalados porque se ha reducido su coste salarial. No así los beneficios: las rentas salariales caen el 6 por ciento y las empresariales suben el 2,6 por ciento. Mientras, Stiglitz afirma que a mayor desigualdad menos posibilidades de crecer y de crear empleo.

La otra reflexión es la llamada de atención que parece realizar el Banco de España sobre la insuficiencia de la reforma laboral para abordar el aumento del paro en el momento actual y en el futuro inmediato. Es cierto que Banco de España y Gobierno coinciden en la idoneidad de los mecanismos básicos de la reforma (reducción de costes de despido y flexibilización de las condiciones laborales) y en sus posibles efectos favorables a largo plazo. Pero existen divergencias a corto. Según el Gobierno, en la actualidad ya está actuando la reforma pues, sin ésta, las tasas de paro serían mayores; y en el futuro próximo más, pues como la reforma reduce mucho el umbral de crecimiento para bajar el desempleo, cuando la economía empiece a crecer disminuirá la tasa de paro.

El Banco de España matiza estas consideraciones: señala, por un lado, que las pautas de creación y destrucción de empleo antes y después de la reforma son similares y, por otro, parece estimar un umbral de crecimiento para reducir el desempleo más alto que el del Gobierno cuando afirma que la recuperación "coexistirá durante cierto tiempo con tasas de paro todavía demasiado elevadas". Y añade otro problema: el prolongado aumento del desempleo está incrementando el paro de larga duración, lo que volverá "a elevar el componente estructural del desempleo". En resumen: la reforma no parece ser suficiente para afrontar "la gravedad de la situación por la que atraviesa el mercado laboral".

Si, como consecuencia, son necesarias medidas adicionales, ¿cabrían mejoras en la reforma laboral? Sin duda, las dos que constituyen sus principales carencias: afrontar la dualidad del mercado e introducir políticas activas de empleo. La dualidad ha sido, junto con la burbuja inmobiliaria, la principal culpable de nuestra explosiva creación de empleo antes de la crisis y de su descomunal derrumbe después. Por tanto, si este problema no se resuelve, cuando volvamos a crear empleo caeremos en su perversa espiral. Y no son los mecanismos de la reforma, según nuestros mejores expertos, sino la introducción del contrato único la solución más adecuada para superar la dualidad. Por su parte, las políticas activas de empleo, exigidas por la Comisión Europea, deberían transformar radicalmente el actual subsidio de desempleo, especialmente en temas de formación, para convertirlo en un mecanismo eficaz de reinserción laboral.

¿Será todo esto suficiente? Probablemente no: como indican Schröeder y Delors, "las reformas estructurales sólo dan fruto si se realizan con medidas de crecimiento". Es necesario introducir estímulos para acelerar el logro de un crecimiento robusto generador de empleo. El problema número uno es el desempleo y el déficit puede esperar: la senda hacia el equilibrio presupuestario no es un sprint sino un maratón, ha dicho el director del FMI, José Viñals. Incluso el efecto de los estímulos puede dilatarse demasiado y haya que instrumentar cuanto antes un riguroso plan de choque contra el desempleo con el apoyo de los agentes sociales, de las fuerzas parlamentarias y de la Unión Europea. ¿Tiene el Gobierno algún proyecto eficiente, además de su reforma laboral, para sacarnos de esta desesperante situación de desempleo?

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