Opinión

Las quimeras de la recuperación

Define la Real Academia la palabra quimera como "aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo". Es decir, lo mismo que se desprende de las declaraciones de la vicepresidenta primera del Gobierno y responsable de la economía, Nadia Calviño, cuando asegura que España no está en una espiral inflacionista, anticipando igualmente una recuperación de la economía patria basada en el crecimiento del consumo y la inversión -6 y 7%, respectivamente, dice ella- y en la ejecución de los fondos europeos, además de una reducción importante de la tasa de paro y la recuperación del empleo indefinido.

Unas previsiones que contrastan radicalmente, una vez más, con los análisis y predicciones de todos los organismos nacionales e internacionales, de los analistas privados y con la situación real de una economía que crece más lentamente que el resto de los países de la UE con datos de Eurostat, que es líder de los 27 en paro, déficit, y deuda, y con la inflación también más alta de la Unión en la que destaca una inflación subyacente (sin energía y alimentos no elaborados) que llegó en abril al 4,4% tras crecer un 1,8%, la mayor subida de la serie histórica en un mes, sólo por detrás del 2,5% de enero de 1986. Mientras que en el apartado del empleo los propios datos del Gobierno reflejan que uno de cada tres contratos fijos son fijos discontinuos, es decir empleo temporal.

Y algo similar ocurre con los fondos europeos de recuperación, de cuya ejecución el Gobierno no ofrece datos del gasto finalista desde agosto de 2021, pero que un reciente informe elaborado por la CEOE muestra que sólo se han ejecutado fondos por valor de 805 millones de euros de los casi 3.000 millones que el Estado gestiona de manera directa, dato que se traduce en que únicamente ha llegado al tejido productivo un 27% del total recibido desde Bruselas. Con el añadido de que la mayoría de las pymes, que constituyen más del 98% del censo empresarial español están desistiendo por el laberinto que suponen los trámites burocráticos, de hasta ocho meses, para acceder a esos fondos europeos.

Como comentamos ya hace unas semanas a la señora Nadia Calviño se le está poniendo cara de Pedro Solbes, el que fuera ministro de Economía de Rodríguez Zapatero y que terminó dimitido y expulsado del "paraíso socialista", tras haber sido el encubridor y colaborador necesario de una política económica que dejó un saldo de 3,5 millones de parados más, 250.000 autónomos menos, 222.000 pymes cerradas y 82.000 millones de euros en facturas sin pagar.

Un desastre de gestión que obligó al gobierno de entonces ha realizar el mayor recorte presupuestario de nuestra historia, 35.000 millones de euros, que afectó a la sanidad, educación, acceso a la vivienda y fomento del empleo entre otros servicios sociales. Recorte que, por cierto, Pedro Sánchez apoyó con su voto afirmativo en el Congreso.

Claro que, aunque todo apunta que la historia se repite, la diferencia entre Zapatero y su discípulo sanchista es que mientras aquel tuvo al final de su mandato la dignidad de realizar esos ajustes y convocar elecciones anticipadas a sabiendas de que era el caballo perdedor, Sánchez se aferra al sillón de La Moncloa, despreciando la dramática realidad económica y social del país y de sus ciudadanos, desprestigiando las instituciones democráticas, hundiendo la imagen exterior de España y de nuestros servicios de seguridad e inteligencia, y humillándose, él y su gobierno, antes los independentistas y los enemigos de España, en una desesperada huida hacia adelante.

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