Opinión

El paro y el gasto en políticas de empleo

Tres millones de parados no es una cifra para el optimismo. Sin embargo, el Gobierno considera que la cifra es un éxito. Sánchez ha declarado sobre el paro registrado que "avanzamos en la recuperación económica creando más empleo". Pero los datos no son buenos. España encadena diez meses seguidos con la mayor tasa de paro de la Unión europea. El 28% de los parados de la eurozona son españoles. La tasa de desempleo duplica la media de zona euro y de la UE. Y por si fuera poco, el paro en menores de 25 años llega al 30% y también supera las cifras europeas en más del doble.

Estas son las inasumibles cifras del paro que el Gobierno celebra y que sin embargo deberían hacernos temblar porque no se trata de desviaciones más o menos amplias sobre el conjunto, sino de cifras que duplican las estadísticas europeas. Y todo lo que se hace es contar y esperar al recuento del mes próximo- Lo que es preciso, sin embargo, es actuar. Con políticas activas. En primer lugar, España dedica muchos recursos a las subvenciones a la contratación, que suponen simultáneamente un gasto ineficaz y una reducción de recaudación, especialmente para la Seguridad Social. En segundo lugar, España gasta más que la media europea en formación de trabajadores que están empleados, mientras que gasta muy poco en la formación de desempleados. Y en tercer lugar, dedica muy pocos recursos a los propios servicios públicos de empleo.

Hay una característica importante adicional: las políticas activas de empleo están distribuidas entre el Estado, las Comunidades Autónomas y las locales, lo que genera una nociva fragmentación cuando todos los niveles de gobierno tienen el mismo objetivo: reducir el paro. Como las políticas activas son heterogéneas y deben implementarse en distintas esferas, la descentralización tendría sentido pero es perjudicial cuando muchas de esas políticas se ponen en marcha con decisiones separadas que se agotan sin la necesaria complementariedad de otras medidas y cuando la descoordinación y el desconocimiento de los proyectos parciales de los distintos niveles impiden organizar un esfuerzo conjunto con mayor eficacia.

Por eso resulta importante reforzar el papel de los servicios públicos de empleo con mayores medios personales y tecnológicos y especialmente integrando las bases de datos relacionadas con la información que necesitan, con independencia de quién tenga asignadas las competencias sobre cada una de ellas. En muchos países, como Alemania o Francia, se ha ha aumentado la inversión en los servicios públicos de empleo con notables buenos efectos.

Es una evidencia que las políticas pasivas de empleo, útiles para influir en la situación de los parados mediante subsidios para proporcionarles un medio de vida, no sirven, sin embargo, para reducir el desempleo. Y es por eso que en el actual contexto de crisis, el esfuerzo de inversión y la mayor dedicación debe ser realizado en las políticas activas, que buscan influir en el mercado de trabajo por todos los medios capaces de ajustar la oferta y la demanda de empleo.

Las cifras de desempleo y paro juvenil son absolutamente insostenibles y evidencian que si en España se duplican patológicamente todas las tasas de desocupación la luna de miel de los sindicatos con la ministra que quiere conversar es una postura frívola que debería escandalizar a todos los trabajadores.

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