
El Gobierno recorta en gran medida sus expectativas para la economía española en 2022, rebajando el dato de crecimiento del PIB hasta el 4,3%. Se trata de una caída del 35% respecto a lo previsto en los Presupuestos de 2022.
El nuevo cuadro macroeconómico del Ejecutivo presentado el viernes reconoce por fin el frenazo de la economía que organismos nacionales e internacionales, como el FMI, el Banco de España o la AIReF, habían anticipado desde hace tiempo. Lejos de escuchar esos mensajes, el Ejecutivo seguía manteniendo hasta ayer mismo que España crecería este año en torno al 7% a pesar de los continuos récords de la inflación. No sirve de excusa argumentar que el pinchazo de la economía se deba exclusivamente a los altos precios por la guerra en Ucrania. No en vano, el impulso del IPC y su impacto en el consumo y la actividad empresarial se venía observando ya desde el pasado año, dejando en papel mojado las ilusorias previsiones de Moncloa. Es más, incluso la actual perspectiva de crecimiento presenta serias dudas tras conocerse la evolución de la economía en el primer trimestre del año. Así, el PIB prácticamente se estancó en el periodo, al mostrar un crecimiento de solo el 0,3% debido al hundimiento del consumo del 3,7%, el mayor desde las primeras restricciones por la pandemia. El desplome de la demanda interna se suma a las dificultades del sector exterior por la inflación y los cuellos de botella y dejan a España con solo el turismo y los fondos europeos como motores de crecimiento. Un arsenal escaso ante incertidumbres globales, como el conflicto en Ucrania, los confinamientos en China o la desaceleración de EEUU y Europa. A pesar de ello, el Gobierno sigue negando la cruda realidad y muestra un optimismo difícil de creer.