Opinión

El precio de la guerra para España

Rusia ha invadido Ucrania, otro Estado soberano, sin molestarse siquiera en declarar la guerra. Y esto lo ha hecho, tanto desde su territorio como desde el de Bielorrusia. A la vista de los acontecimientos, parece que la intención última de las maniobras militares, es decir de la concentración de tropas en la frontera, tenía el objetivo más simple: la invasión militar de Ucrania.

Este es un hecho sin precedentes en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Y supone un peligro gravísimo para la seguridad colectiva. Por una parte, Rusia es una potencia nuclear y con un ejército numeroso. Por otra, si se admite que las invasiones militares queden sin castigo, el mundo entero será un lugar muchísimo más inseguro.

Las consecuencias negativas ya las estamos sufriendo en casi todo el mundo, y eso que la invasión sólo acaba de comenzar. En general, los efectos negativos de un conflicto bélico dependen de dos factores fundamentales: la distancia al teatro de operaciones y la duración del conflicto. Otro factor adicional serían los efectos negativos de las sanciones económicas para los propios países que las imponen.

Evidentemente, la peor parte la van a llevar el ejército ucraniano y la población civil del país invadido. Pero, los países vecinos van a tener una avalancha de refugiados huyendo de la Guerra. Además, y ésta es una cuestión fundamental en este conflicto, Rusia es uno de los principales exportadores mundiales de petróleo, y sobre todo de gas natural. Por último, tanto Rusia como Ucrania son, también, los principales exportadores mundiales de trigo.

Para Europa en términos generales el principal problema es el abastecimiento de gas natural. El centro de Europa, y fundamentalmente Alemania, son extraordinariamente dependientes del gas importado de Rusia. Además, Alemania no tiene centrales regasificadoras y todos los gasoductos a través de los que importa el gas pasan por Ucrania o por Bielorrusia, con la excepción del famoso NordStream II, que no se ha puesto en funcionamiento aún, y que probablemente ya no lo hará en muchos años.

El gran hándicap de la dependencia del gas es que se almacena muy mal, por lo que un corte de suministro puede tener efectos demoledores, especialmente si no hay muchas reservas. Buena parte de la demanda de gas en Europa Central y Oriental es simplemente para calentarse. Aquí la gran ventaja es que estamos al final del invierno, y que este invierno ha sido muy suave. Pero, aunque el suministro no peligre, los precios de gas y petróleo se están disparando, y esto se va a mantener mientras la guerra continúe. España no compra prácticamente gas ni petróleo a Rusia, pero se verá afectada por el encarecimiento del petróleo y el gas, de una forma parecida cómo nos afectaron las guerras árabe-israelíes y la revolución iraní en los setenta.

Esta subida de los precios energéticos va a tener tres efectos negativos fundamentales para España: por un lado, va a deteriorar el saldo de nuestra balanza comercial, ya que pagaremos más por una energía que, forzosamente tenemos que importar. Esto supone una transferencia de renta desde España, y en general Europa y Japón, hacia los países exportadores de gas y petróleo. En segundo lugar, la subida del precio de la energía supone más inflación sobre la que ya padecemos, y que es uno de nuestros principales problemas económicos. Y, en tercer lugar, todo esto, junto con la subida de costes energéticos para las empresas, lleva a una ralentización de la recuperación, a menos crecimiento económico.

En cuanto a las sanciones, su objetivo, según la presidenta de la Comisión, Von der Leyen es que "Putin no pueda financiar la guerra". El principal problema es que esa financiación consiste fundamentalmente en el petróleo, y sobre todo el gas, que Rusia vende a Europa Oriental, y por encima de todo a Alemania. Como ya contamos en elEconomista hace algunas semanas, Alemania ha cometido graves errores en su política energética, como cerrar anticipadamente las centrales nucleares, lo que mina su autonomía geo-estratégica y la de Europa en su conjunto.

En la práctica, las únicas sanciones económicas suficientemente duras para que Putin se replantease su actuación, las que afectasen de lleno a sus exportaciones de gas y petróleo, tendrían un enorme coste para Europa, especialmente para Alemania y los países orientales. Otro problema adicional es que Rusia podría vender el petróleo y el gas que los europeos no comprasen a China. Aunque, esto implicaría incrementar sustancialmente la dependencia rusa de China, lo que no sería un buen negocio para Putin. Por supuesto, se puede criticar la postura tibia de China en lo que se refiere a la invasión de Ucrania, pero hay que tener en cuenta que los países más afectados, que son los europeos, ni siquiera han estado dispuestos, parece que, por el veto de Alemania e Italia, a excluir del sistema bancario de compensación SWIFT a Rusia, como en su día se hizo con Irán.

Por último, los efectos negativos de la guerra dependerán, obviamente, de cuánto dure. En estos momentos, parece que Rusia está destruyendo al ejército ucraniano y ocupando el país. Sin embargo, las guerras se sabe cuándo empiezan pero no cuando terminan. Tanto Estados Unidos, como la antigua Unión Soviética, tienen experiencia en guerras de invasión que empezaron ganando y que acabaron en retiradas, como Irak o Afganistán.

De todo esto dependerá, fundamentalmente, el precio de la guerra para Europa y especialmente para España, aunque estemos a muchos miles de kilómetros de esta terrible guerra de agresión en Europa. Querría concluir este análisis, expresando toda mi solidaridad con el pueblo de Ucrania en esta hora oscura.

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