En Europa y en España extrema derecha se usa para descalificar, sin mayores precisiones. Así, el periódico El País jamás menciona a Vox sin añadir ese calificativo, de suerte que según ese diario en España existe una extrema derecha, pero no existe una extrema izquierda.
¿Y qué otra cosa ha sido Podemos?
Un reciente artículo de Luis Garicano, diputado europeo de Ciudadanos, nos deja, a propósito de esto, las cosas claras. Se trata de un artículo que hace una magnífica crítica del libro de Errejón:
"Está escrito con esa mezcla de osadía, frescura e inteligencia a los que nos tiene acostumbrados. Sin estar de acuerdo, ideológicamente, con casi nada de lo que defiende, he disfrutado leyéndolo".
Para mí, lo más clarificador del artículo de Garicano no gira alrededor del libro de Errejón sino a la referencia a las actitudes -verdaderamente deplorables- de Pablo Iglesias.
En las elecciones de diciembre de 2015 Podemos obtuvo cinco millones de votos y Pablo Iglesias debió de pensar que superar al PSOE estaba a tiro de piedra.
El PSOE de Sánchez y Ciudadanos habían llegado a un acuerdo para un programa de gobierno de coalición. Así lo escribe Garicano: "Yo estaba (y estoy) muy satisfecho con el acuerdo, un acuerdo modernizador, regeneracionista, ejemplificado ante la opinión pública por el acuerdo entre los dos partidos para eliminar las diputaciones".
Para lograr la abstención que se necesitaba, Sánchez se empeñó en una negociación con Podemos, aunque los cinco miembros de Ciudadanos que participaban en esa negociación tenían pocas esperanzas de llegar al acuerdo.
Pero para formar Gobierno necesitaban lo abstención de Podemos y en la única sesión de negociación a tres entre Podemos, Ciudadanos y PSOE (en abril de 2016) Garicano tuvo ocasión de ver el enfrentamiento "entre las dos almas de Podemos".
En nombre de Podemos hablaron en la sesión Errejón, Iglesias y Carolina Bescansa. Errejón pidió que se centraran en lo que los unía: la regeneración y la lucha contra la corrupción. Iglesias vino a la reunión a sabotearla. Y lo consiguió. Garicano comenta así aquel fracaso:
"Muchas veces me he preguntado qué hubiera sucedido de haber decidido Pablo la abstención. Un gobierno de centroizquierda, Ciudadanos-PSOE, ¿hubiera podido hacer reformas con apoyos puntuales de Podemos o el PP? ¿Hubiéramos podido, como decía nuestro acuerdo de gobierno, reformar las universidades, eliminar las diputaciones, reformar la enseñanza y mercado laboral y hacer la justicia independiente, con apoyos puntuales a izquierda y a derecha? Nunca lo sabré".
Lo que sí está claro es que fue Pablo Iglesias quien lo impidió, y no sólo impidió ese acuerdo de centro izquierda. Desde aquel momento se dedicó a buscar un acuerdo con la IU de Garzón, pero no solo. También se dedicó a limpiar su propio partido, echando a la marginación interior a buena parte de los fundadores -entre ellos a Errejón y a Bescansa que acabaron por abandonar Podemos-, en lo que constituye una actitud más propia del estalinismo que de cualquier demócrata.
Su desaparición de la política ha sido un merecido regalo para la Democracia española.