
En la pasada cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea se discutieron varios aspectos relativos a la libre circulación interna. Italia y Grecia han decidido exigir a todos los pasajeros una prueba negativa, incluidos aquellos europeos que dispongan de un certificado -mal llamado pasaporte- de doble vacunación. Previamente ya habían tomado medidas similares Portugal e Irlanda. También decidieron reducir la validez del certificado a 9 meses para incentivar el pinchazo de refuerzo. Hasta comienzos del 22 no esta previsto que el pasaporte europeo incluya la dosis de refuerzo.
Italia rompió además lo acordado en enero por la Comisión Europea que señalaba que, si los estados exigen a los titulares de un certificado cuarentenas o pruebas previas, deben notificarlo a la Comisión y a los demás Estados y justificarlo, lo que no ha ocurrido. Con estas decisiones esos países han dado una estocada de muerte al pasaporte Covid.
Parte del problema proviene de la confusión entre pasaporte y certificado que aún sigue viva. Las autoridades sanitarias de cada país emitieron certificados desde el momento en que empezó la vacunación con un ámbito de validez nacional e incluso para viajar al extranjero, si el país receptor lo admitía, lo que de hecho estaba y está ocurriendo en bastantes casos. El certificado se renueva tras la tercera dosis.
La confusión empezó cuando la Comisión, a instancias de algunos países miembros, estudió la emisión de un green pass europeo, cuyo nombre cambió rápidamente a digital green certificate ante la evidencia de que no podía emitir pasaportes cuya validez, por otra parte , depende del país receptor. En su origen el certificado podía incluir tres apartados relativos a vacunación, pruebas realizadas y recuperación de la enfermedad. En realidad, solo incluye la primera.
Desde el primer momento quedó claro que no podía ser un requisito para viajar -la libertad de movimiento es uno de los principios de la Unión- sino que tenía como objetivo facilitar el ejercicio de ese derecho y la igualdad entre nacionales de distintos países de la Unión. "Los poseedores de un DGC cuando viajen a otro país tendrán los mismos derechos que los ciudadanos del dicho país", como si hiciera falta recordar lo obvio.
Los certificados, tanto en su versión interna como en la internacional, pretenden incentivar la vacunación-lo realmente importante, junto con el uso de la mascarilla- pero la experiencia reciente –la de España en particular- nos demuestra que no solo no reducen la transmisión, sino que es posible que ocurra lo contrario por el efecto relajación. Por otra parte la población española- y la portuguesa- no necesitan ser incentivadas por la amplia aceptación que hace que la " Peninsula Ibérica sea el sueño de cualquier político europeo" como señalaba recientemente el Süddeutsche Zeitung.
La OMS ya indicaba en marzo que la vacunación no debería de ser un requisito para viajar pues "se desconocen sus efectos en la reducción de contagios y la duración de la inmunidad". Las últimas informaciones nos indican que solo las vacunas de Moderna y de Pfizer ofrecen buenas garantías contra la variante ómicron
Para viajar dentro de España no se puede exigir el certificado europeo -si hiciera falta un certificado, bastaría con el emitido en el centro de vacunación y los británicos no pueden tenerlo-. En total británicos y españoles representan el 70% de nuestros turistas y visitantes. Al exigir certificados a todos los británicos se dificultan las vacaciones escolares por el bajo nivel de vacunación de los menores de 16.
Los certificados, sean nacionales o el DGP de la Comisión sirven también para poder acceder a ciertos eventos o a lugares cerrados como restaurantes y bares, aunque en este ultimo caso la normativa es distinta según las comunidades autónomas, como lo es la efectiva aplicación de la norma.
Esta devaluación del pasaporte Covid europeo ya fue anunciada por algunos especialistas del turismo desde el mes de marzo, como yo mismo hizo en mi artículo Los pasaportes de vacunación europeos no son la solución. Incluso la OMT es contraria a la exigencia del certificado para viajar porque no reduce el riesgo de contagios.
Mención aparte merecen los negacionistas y otros grupos opuestos a las vacunas que no solo arriesgan, sino que nos ponen a los demás en riesgo.
En esa misma reunión de jefes de Estado y de Gobierno Sholtz y Macron señalaron la necesidad de proteger la libertad de movimientos, pero poco después bloquearon el tráfico de turistas británicos a sus países.
Las autoridades, de cualquier signo político creen que la mayor parte de los problemas se pueden solucionar con una mayor actuación administrativa, que muchas veces fallece al poco de nacer. Así pasó con el certificado "libre de covid" para empresas o con la aplicación que señalaba la proximidad de personas contagiadas. Da la impresión de que esto es lo que también va a ocurrir con el innecesario pasaporte europeo.