
Como es conocido, el 6 de diciembre de 1978 los españoles aprobamos, por una mayoría aplastante, la Constitución actualmente vigente y, como ha escrito Raúl del Pozo:
"Una Constitución no es la tabla del Sinaí. La alemana se ha retocado 60 veces, la francesa del 58 otras tantas, pero ¿por qué hurgar la Ley de leyes que ha dado más bienestar y más derechos a este país?"
Nuestra Constitución sólo ha sido tocada dos veces: en 1992 para dar el derecho de voto a los extranjeros y en 2011, cuando España estaba al borde del rescate. Desde la Pepa hubo en España diez constituciones. La de 1978 es la única aprobada por consenso.
Sin embargo, al parecer, este texto de paz y de reconciliación nacional no parece gustar a los socios de Sánchez, que parecen todos ellos dispuestos a volver a las repúblicas. Las dos que ha habido acabaron, como es bien sabido, como el rosario de la aurora, sobre todo la Segunda, que desembocó en una guerra civil, quizá la tragedia mayor que ha padecido España a lo largo de su Historia. Con decir que los asesinados en las dos retaguardias fueron mucho más numerosos que los caídos en los frentes queda dicho todo.
Uno de los 'argumentos' que más exhibe el izquierdismo populista es que la Monarquía carece de legitimidad por no ser electo el Rey o porque lo puso allí Franco. Ambas afirmaciones carecen de valor, pues por primera vez en la Historia de España en 1978 se acabó con la Monarquía oligárquica, militarista, clerical y cerrada, que marginaba a un amplio abanico de fuerzas democráticas del centro y de la izquierda, y la Monarquía pasó a ocupar un lugar indisolublemente unido al de la democracia española, iniciada a través de la Ley para la Reforma Política y materializada en el texto constitucional de 1978. El Rey Juan Carlos I abogó por el cambio desde el mismo día de su coronación, apoyando una evolución acelerada hacia la democracia.
El Rey, símbolo de la unidad y permanencia del Estado, no asume la responsabilidad de sus actos al carecer de poderes efectivos, requiriendo del refrendo, o autorización, en el desarrollo de sus funciones. Todo ello hasta el punto de carecer de validez aquellos actos que no gocen del refrendo previsto en la forma recogida en el artículo 64 de la Constitución que traslada la responsabilidad del Rey a la persona o personas refrendantes que, como señaló el Tribunal Constitucional, es un numerus clausus.
La Monarquía se convirtió durante la Transición política española y los primeros años de la aprobación de nuestra Constitución en un instrumento básico de reconciliación nacional dando una imagen de estabilidad política a nuestro país. Coincido con lo que decía Jorge de Esteban, en que "yo no soy monárquico por convicción, de la misma forma que tampoco soy creyente por nacimiento. En cualquier caso las circunstancias de cada situación a la mayoría de los mortales nos inclinan a un lado o a otro…"; en ese sentido, De Esteban afirma que "el Rey Juan Carlos ha prestado un gran servicio al país".
Un tal Iván Redondo, al que Sánchez elevó a gurú de su Gobierno, ha dicho: "Estoy seguro de que antes de un año habrá reforma de la Constitución". Pues vamos a impedirlo.