Opinión

Internet y su contaminación

Es precio que el sector digital se sume al Pacto verde

Si hay algo que la pandemia ha acelerado es la digitalización de las actividades económicas. La conexión a Internet ha sido necesaria durante los tres meses de confinamiento para estar en contacto con nuestros familiares y amigos, para poder teletrabajar, recibir o impartir clases de formación, comprar y entretenernos. Esto ha supuesto un cambio importante de hábitos que ahora en la vuelta a la normalidad está implicando nuevos comportamientos. Hemos adoptado el teletrabajo, la formación online, las videoconferencias y el comercio electrónico en nuestro día a día. Somos conscientes de que las nuevas tecnologías agilizan nuestros procesos, evitan traslados que ahora vemos innecesarios, y ofrecen una mayor comodidad, y creemos además que digitalizar nuestras actividades trae un menor impacto en nuestro medioambiente. Pero, ¿realmente tenemos una digitalización no contaminante?

Según diversos estudios, el sector digital a nivel global consume el 7 % de la energía eléctrica y genera ya el 5 % de las emisiones de CO2, por encima del emitido por la industria de la aviación.

Es cierto que la propia digitalización contribuye a la reducción de emisiones contaminantes mediante la mejora de la eficiencia energética en las actividades económicas, como ocurre en el mismo sistema eléctrico, en la industria o en la red de transporte, y en el ámbito de la movilidad con los planificadores de ruta y aplicaciones de optimización de energía. Según estudios recientes, la digitalización puede ahorrar hasta un 20 % de las emisiones de CO2. Es por ello que –si queremos llegar en 2050 a una Europa neutral en carbono, como exige el Green Deal de la Comisión Europea– transición energética y digitalización tienen que ir de la mano.

Hasta llegar a ese objetivo de la Unión Europea tenemos que trabajar hacia una Internet verde no contaminante. Y esto es todo un reto dado el ritmo creciente de dispositivos conectados y aplicaciones tras la COVID-19, que implican mayores necesidades de funcionamiento de centros de datos las veinticuatro horas todos los días y su refrigeración, que supone su mayor consumo eléctrico. Hay que tener en cuenta que en la nueva Internet de las cosas (IoT) los dispositivos electrónicos suponen ya más del 60 % de las emisiones de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) del sector digital. Si a la huella de carbono creciente por la digitalización y la expansión de la inteligencia artificial, las nuevas aplicaciones IoT y el mayor desarrollo del blockchain le unimos el despliegue de la 5G, que está generando polémica en el ámbito de la salud por la exposición a los campos electromagnéticos de radiofrecuencia, el impacto contaminante puede ser relevante para las personas y sus entornos si no actuamos a tiempo.

Este mundo hiperconectado de equipos electrónicos y comunicaciones elevaría las emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero), pudiendo llegar a representar en 2040 el 14 % de las emisiones globales, según algunos informes, si no hay una actuación clara por parte del sector en invertir en la descarbonización y cambiar la tendencia actual. De seguir así, esto puede suponer que en unos años la digitalización pierda el potencial reductor de emisiones contaminantes del sector TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) en su conjunto.

La cuestión realmente radica en el tipo de energía utilizada y en el uso eficiente de esta, y aquí el sector TIC es una actividad económica más que tiene que buscar suministros de energía renovable, como todos los demás sectores, para almacenar y gestionar los datos y las redes de forma más eficiente y sostenible, aprovechando el calor residual de los centros de datos. En resumen, el sector digital tiene que sumarse al Pacto Verde.

Además, es preciso sensibilizar a los usuarios con un uso más racional de los dispositivos electrónicos para no sobrecargar los centros de datos –la llamada sobriedad digital. Los fabricantes, por su parte, deben alargar la vida de los equipos, garantizando la recogida y el tratamiento adecuado de los residuos que generan. De hecho, el reciclado de los equipos eléctricos y electrónicos es uno de los principales retos para la industria. Según Eurostat, en la Unión Europea solo se recicla un promedio del 40 % de los residuos digitales.

Esto implica una concienciación por parte de todos: fabricantes, empresas y usuarios. Nuevos hábitos y un nuevo modelo económico y social más sostenible. ¿Estamos realmente sensibilizados? En todo caso, la subida del precio de la energía y las materias primas está empujando a la industria a optimizar sus procesos y a buscar nuevas fuentes de energía más económicas y menos contaminantes. Y al consumidor a un uso más responsable de la tecnología.

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