El proceso de reducción de oficinas y empleados de los bancos españoles se sucede sin pausa, año tras año, desde el final de la crisis de 2008-2013. Pese a la gran tarea ya llevada a cabo, los ajustes continúan en 2021, un ejercicio para el que las previsiones ya vaticinan una reducción del 10% de la plantilla conjunta de las entidades de nuestro país, lo que supondrá un ahorro total de 2.500 millones.
Sin duda, una parte de los recortes es previsible tras las fusiones que han protagonizado CaixaBank y Bankia o Unicaja y Liberbank (en este último caso aún no se conocen las cifras del futuro ajuste, pero acabará llegando). Sin embargo, más allá de las fusiones, la reducción del número de empleados también se da en entidades que preservan su independencia como Sabadell. A priori pueden sorprender estos movimientos considerando la resistencia que la banca mostró a la recesión de 2020 y la buena marcha de parte de su negocio, en especial, los préstamos hipotecarios. Es obvio que la actual no es una crisis financiera, pero también lo es que las entidades se situaron en primer línea para combatir sus efectos y ese esfuerzo las obliga a seguir vigilando con especial cuidado sus niveles de eficiencia y a continuar reduciendo costes.
Las entidades muestran entereza ante la crisis, pero las reducciones de oficinas y personal son aún necesarias
En paralelo, más allá de la crisis actual, siguen en pie todos los retos que el sector tiene pendientes desde antes de la epidemia. Algunos incluso se han ahondado, como es el caso de la digitalización del cliente bancario y la obsolescencia que provoca en las redes tradicionales de oficinas bancarias. Si a todo lo anterior se suma la necesidad de elevar la rentabilidad sobre recursos propios, sólo puede concluirse que la etapa de los ajustes en el sector bancario está aún lejos de su final.