Los mercados y los analistas respiran tranquilos tras las palabras del presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, en la reunión informal de banqueros centrales de Jackson Hole.
Una vez descontado que Powell allanaría el camino a una reducción de estímulos monetarios, lo realmente fundamental eran las pistas que pudiera dar sobre el ritmo al que se sujetará esa marcha atrás. Los más pesimistas auguraban que la retirada de la expansión cuantitativa empezaría en noviembre, para ganar intensidad nada más iniciarse 2022 y desembocar en una subida de tipos en ese mismo año. Powell les ha dado la razón sólo en la primera parte de su pronóstico con su afirmación de que ve "apropiado" que las compras masivas de activos se ralenticen en los meses que quedan de 2021 "si la economía evoluciona como se prevé". Pero lo realmente importante es que la máxima autoridad monetaria de EEUU separa con toda claridad la reducción de estímulos de las futuras subidas de tipos. Para estas últimas no hay calendario, dado que Powell cree que "queda mucho camino por recorrer para lograr el pleno empleo" y la estabilidad de los precios. La prudencia del banquero central es razonable. Pese a los muy altos niveles que alcanzó el IPC en EEUU, conviene no precipitarse ante los retos que afronta el país de modo inminente, en especial el regreso a las aulas de millones de estudiantes en un momento en el que los contagios por Covid repunta.
El inicio de la retirada de estímulos no implica que se vaya a producir un alza de tipos en Estados Unidos el año próximo
La Fed evita así tomar decisiones que comprometan la recuperación y, en paralelo, transmite tranquilidad al mercado. Sin duda, son posibles nuevas correcciones en bolsa tras las máximos alcanzados este verano, pero uno de los focos de mayor incertidumbre se ha disipado.