En los últimos meses, los bancos españoles se han embarcado en una nueva guerra por reducir los diferenciales de sus hipotecas, en gran parte azuzada por la gran capacidad a la hora de hacer descuentos de las entidades nativas digitales.
Con todo, esta carrera por reducir precios presenta ahora rasgos capaces de garantizar que no se repetirán los errores cometidos en este mercado que tantos daños causaron en la crisis financiera entre los años 2008 y 2013. En primer lugar, existe en el mercado hipotecario una demanda sólida de este tipo de préstamos, que ha mostrado resistencia a lo largo de toda la crisis y está respaldada por elevados niveles de solvencia, después del ahorro forzado en los meses de confinamiento. Y, sobre todo, la gran diferencia respecto a pasadas guerras entre bancos radica en que los descuentos se centran en las hipotecas a tipo fijo, de modo que sus intereses registran ya mínimos del 1,45%. La Ley Hipotecaria de 2019 fomenta precisamente esta clase de préstamos al considerarlos más fiables para bancos y clientes. Sin duda, las entidades les han brindado una buen acogida ya que les garantizan un nivel mínimo de ingresos sea cual sea la evolución de la política monetaria en los próximos años. Se trata de un factor especialmente útil en la eurozona, donde la normalización de los tipos de interés aún se hará esperar pese al repunte de la inflación.
Los préstamos de este clase con tipos fijos, ahora en auge, ofrecen más garantías tanto a los bancos como a sus clientes
Por su parte, los clientes valoran la ventaja de protegerse de cambios en el precio del dinero en un préstamo que tendrá tan larga vigencia. Además, los consumidores comprueban cómo se equivocaron las predicciones que aseguraban que los tipos fijos les encarecerían las hipotecas. Al contrario, las abaratan sin que eso suponga la asunción de más riesgos.