Opinión

¿Un tipo impositivo único para el Impuesto de Sociedades en Europa?

Necesarios avances en la integración fiscal de la eurozona

Esta semana se ha puesto sobre la mesa lo que podría ser uno de los mayores avances en integración fiscal europea desde el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria, más conocido como Pacto Fiscal Europeo, o la emisión de deuda común en la UE que implica el Plan Next Generation EU. Se ha puesto sobre la mesa la adopción de un impuesto de sociedades común en la Unión.

La propuesta ha visto la luz con la presentación de un informe por parte del Observatorio de Fiscalidad de la UE, un nuevo centro de investigación financiado por la UE y dirigido por el economista francés Gabriel Zucman que fue presentado este martes en la Comisión Europea junto con las recomendaciones de primavera del Semestre Europeo.

Este observatorio se une al debate sobre el tipo mínimo impositivo en sociedades que está pilotando la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que defiende que los países de la UE podrían recaudar hasta 50.000 millones más con un tipo mínimo del 15% para las multinacionales. Este aumento de recaudación, según la OCDE, se dispararía hasta los 100.000 millones en el caso de un tipo mínimo efectivo del 21% y hasta 170.000 en el caso de que este tipo fuera del 25%.

Según el informe del Observatorio España podría aumentar su recaudación en 12.400 millones de euros anuales, un 43,7% más que ahora, si se acuerda un tipo global del 25%, aumento de recaudación que se reduciría a 5.400 millones con el 21% y a sólo 700 con el 15%, el tipo que defiende EE.UU en la OCDE.

El objetivo de este tipo mínimo en el impuesto de sociedades es que aumente la tributación efectiva de las grandes multinacionales. Con la medida se busca establecer un mínimo global para evitar incentivos para trasladar sus beneficios a jurisdicciones con tipos muy bajos, como Irlanda, Luxemburgo o Países Bajos en la UE, o a paraísos fiscales. Al mismo tiempo que se debate como asignar los beneficios para que las empresas tributen dónde operan, aunque no tengan presencia física en ese territorio.

Este posible acuerdo supondría un avance importante en lo que refiere a ingresos tributarios a nivel europeo y, sin duda, abriría un nuevo marco fiscal en la UE, que rápidamente podría generar debate sobre otras figuras tributarias.

El tipo impositivo por el que apuesta el informe sería el de 25%, mientras que la administración Biden prefiere un tipo mínimo del 15%. Se trata de una aproximación a la medida, cuyo éxito dependerá del nivel de adopción por parte de los países. Lo ideal sería que hubiera un acuerdo global o, en su defecto, un acuerdo en el seno de la UE, aunque con un elevado riesgo de comportamientos oportunistas por terceros países. El escenario en el que la medida sería un fracaso es el que contempla que sólo unos pocos países dieran el paso. En ese caso los incentivos para estar fuera del marco del acuerdo serían demasiado fuertes, perjudicando de forma notable a los firmantes.

En el análisis por sectores, uno de los principales afectados sería el bancario, ya que acabarían pagando un 42 % más de lo que lo hacen ahora. El conjunto de multinacionales de la UE acabaría abonando cerca de un 50% en la factura del impuesto de sociedades. Los autores del informe apuntan que para los estados de la UE existe un mayor potencial de ingresos aumentando los impuestos a las empresas de la UE que gravando a las extracomunitarias.

En el año 2020 los ingresos por el IS cayeron un 33,2% sobre 2019, situándose en los 15.858 millones, la cifra más baja desde 1999. Y el tipo efectivo en el IS se situó en el 8,3%, lejos del 25% de tipo que fija nuestra legislación, o del 15% para las empresas de nueva creación. Así pues podemos observar el papel que pueden jugar bonificaciones, deducciones y compensación de pérdidas de ejercicios anteriores. El éxito de la propuesta dependerá del número y estructura de los países que lo adoptan. Si no existe un gran consenso, países emergentes pueden aprovechar y aumentar su ventaja, sumando la fiscalidad a su mayor productividad.

Si nos fijamos en cómo evolucionó el peso relativo del PIB mundial desde el inicio de la crisis financiera 10 años después de la caída de Lehman Brothers nos encontramos que los BRICS pasaron de aportar un 11,6% del PIB en 2007 a un 22,78% en 2016. EE.UU pasó el 26,9% al 24,5%. La UE fue la gran damnificada de esa crisis, pasando del 29,8% en 2007 al 21,7% en 2016. Durante este periodo se produjo el 'sorpasso' de la economía estadounidense sobre la de la UE; y los BRICS se beneficiaron de la pérdida de peso económico relativo de EEUU y -en mayor medida- de la UE.

La medida propuesta por el Observatorio de Fiscalidad de la UE resulta innovadora, pero no podemos olvidar que la economía-aún más tras la pandemia- es global, y tanto el capital como la producción pueden migrar a países externos al eje tradicional EEUU-UE.

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