Editoriales

La unidad fiscal, pendiente en la UE

La Comisión Europea presentó ayer un plan de reformas para reforzar la eurozona en los próximos años, aunque éste queda a años luz de las aspiraciones de países como Francia, España e Italia. Bruselas pide transformar el Mecanismo de Estabilidad (MEDE) en un Fondo Monetario Europeo, que aseguraría la resolución ordenada de entidades bancarias, incluso en casos de grandes shocks financieros.

También incluye el refuerzo de instrumentos financieros para ayudar a países en apuros -cuya dotación ni siquiera propone- o a aquellos nuevos que decidan incorporarse al euro. El ejecutivo comunitario también plantea la creación del superministro de Finanzas europeo. Con él, la Comisión podría tomar decisiones por sí misma y eliminaría la necesidad de llegar al voto unánime de los Estados miembro, aunque el pesimismo reina sobre la posibilidad de que países como Alemania o Austria vayan a aceptar tal hecho.

La nueva figura tendría la misión de vigilar las cuentas de los estados y procurar que acometan reformas estructurales. Pero poco más. Así, el paquete económico presentado ayer es un paso en el buen camino para fortalecer a la UE, pero decepciona en aspectos clave de cara a la gobernanza común.

Contar con un presupuesto conjunto dotaría a la eurozona de una herramienta útil para coordinar inversiones, decidir ayudas y relacionarse con otros grandes bloques político-económicos de tú a tú. No hablemos ya de los frutos que darían otras medidas, como la mutualización de deuda, hoy en el olvido. En un mundo cada día más globalizado, tiene poco sentido que los países sigan pensando en sí mismos, cuando solo a través de una verdadera unión lograrán pintar algo en la esfera internacional.

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