
Los profundos ajustes anunciados en el sector financiero español denotan que toda una época se ha acabado. La crisis que arrastra esta actividad, my anterior a la pandemia, obliga a que las prejubilaciones se vean relegadas ante los despidos y que las indemnizaciones de estos últimos sean mucho más moderadas que en el pasado.
En este contexto, surgen voces, incluso desde el propio Gobierno, que consideran incompatibles con esta forzada austeridad las actuales remuneraciones que reciben los altos ejecutivos bancarios. Un debate tan importante no debe aceptar premisas falsas, como aquélla que asegura que los primeros espadas financieros dan la espalda a la realidad económica que los rodea. Muy al contrario, la crisis del Covid, cuyos efectos económicos los bancos han combatido en primera línea, hizo que en 2020 los bonus de estos ejecutivos se redujeran un 82% de media. Es más, en entidades como CaixaBank y Sabadell hubo una completa renuncia a este tipo de variables. Sin duda, el núcleo del debate sobre los sueldos en banca rebasa los bonus y se centra en los sueldos fijos propiamente dichos de sus cúpulas. No en vano el Gobierno insta explícitamente al Banco de España a que proponga mecanismos que impongan límites a esos pagos. Debe considerarse que una regulación de este tipo implica serios riesgos para la libertad de decisión que toda empresa necesita, a la hora de definir cuáles son las políticas más idóneas para atraer, y conservar, el talento directivo.
Son las juntas de accionistas de los bancos las que deben decidir si son necesarios ajustes en los sueldos de sus cúpulas
En paralelo, no hay razón para privar a las juntas de accionistas de los bancos de su legítima capacidad de decisión sobre las remuneraciones de sus ejecutivos. Si éstas necesitan un ajuste, es en ese foro donde con libertad se debe tomar la decisión.