
Usted está a punto de comprar el coche de sus sueños. Hace tiempo que lo viene madurando. A través de la web, de su concesionario de barrio… lo fue estudiando: sus características técnicas; su porcentaje de consumo; su autonomía. Finalmente, se decide. Reserva online un día de entrega, no sin antes incorporar algunos extras como un sistema de navegación; el color, que -sabiamente- antes, ha validado con su familia. Llegado el día, se acerca al concesionario. Cuando está firmando la compra, se topa con una cláusula desconocida: "Tiempo de uso por kilómetro". Consultando sobre el significado, su concesionario le comenta: "Es el tiempo que tendrá el coche cada día en uso para que, en el tiempo que no lo haga, otro pueda aprovecharlo." Es en ese momento en el que usted se entera de que su coche soñado nunca será suyo por completo, sino compartido. Y no hay opción: su concesionario le cuenta que su marca soñada decidió vender solo planes de uso y no la propiedad del vehículo. Bienvenido al carsharing convertido en modelo de negocio único: este es el futuro de la industria que anticipó hace días, Manuel Torroba, presidente de BMW España. En el marco del XII Smart Business Meeting, organizado por Business Insider España, Torroba reveló que la marca está "buscando fórmulas para plataformas de compartir coches, por ejemplo, donde la propiedad no es tan importante como el uso del consumidor".
Si algo nos enseñó el año 2020 es a acostumbrarnos a pensar en aquello que antes era impensable. La pandemia no nos dejó escapatoria: nos obligó a tomar riesgos. Nos obligó a innovar. También en nuestras organizaciones, el prueba y error se convirtió de la noche a la mañana en la Nueva Normalidad. Y extrañamente, en muchos casos que lo intentaron, funcionó.
2020 nos ha enseñado a pensar en aquello que antes era impensable
Lo sorprendente es que la base para hacerlo no podría ser más frágil, a primera vista. El encuentro Crisis Mindset, organizado por Olivia el pasado enero en el marco de SingularityU Summit México, contando con más de 1500 asistentes, deja datos que lo prueban. De todas las personas que respondieron, un 39,1% indicó que su organización no tenía un protocolo para gestionar una crisis. Del resto, el 41% tenía plan, pero tuvo que cambiarlo sobre la marcha. Sólo un 19,6% tuvo la fortuna de tener un plan que le sirvió para navegar en este entorno. Una de las revelaciones más destacadas fue que sólo un 50% de las respuestas anticipan que los cambios realizados se mantendrán después de la pandemia. La otra mitad, espera que las nuevas dinámicas vuelvan atrás. Sin embargo, el dato más interesante es el que la mayoría de los encuestados identificó como el factor cultural más afectado: un 44,4% de las respuestas marcaron al liderazgo de sus organizaciones como el que más sintió el impacto.
La pandemia: fuente de aprendizaje
Dada la fragilidad de nuestros ecosistemas, el impacto de la COVID19 podría haber significado el final para muchas industrias, que vieron interrumpidas sus cadenas de producción. Sorprendentemente para muchos, el estrés causado por el impacto de la pandemia activó mecanismos de supervivencia cuyos ejes se encuentran en los datos presentados. Tal vez, el más relevante de todos, esté representado por el 35% de las respuestas que indicaron que han podido "generar aprendizajes que permitieron lograr una adaptación con éxito", evidenciando así una capacidad de absorción y una disponibilidad para el cambio que antes estas organizaciones no tenían".
La pregunta que tal vez debamos hacernos es ¿cómo de rápido esta alteración en la mentalidad de los equipos puede generar beneficio, pasando de ser esclavos de una crisis a protagonistas de nuestro destino aprovechando esas enseñanzas que el nuevo escenario nos proporciona?
A pesar de un 2020 cargado de noticias negativas, de desempleo y falta de inversión, el volumen de coches eléctricos que salieron al mercado se triplicó en los últimos 12 meses en Europa, según los datos de la Asociación de Fabricantes de la UE publicadas en noviembre. A su vez, las ventas de modelos de gasolina y diésel cayeron a la mitad.
Son datos como estos los que nos recuerdan que los clientes suelen anticiparse al futuro. Las organizaciones necesitan aprender a no hacer exactamente lo mismo, porque las recetas del pasado dejaron de funcionar hace tiempo.