La recesión del PIB español en 2020, con una caída del 11%, no solo pulveriza los registros de la crisis iniciada en 2008. Sería necesario remontarse a un hecho como la Guerra Civil para encontrar una erosión comparable. Sin duda, resulta difícil que un fenómeno tan extremo como el vivido el año pasado se reproduzca con igual intensidad en 2021.
Es ya descartable la inminencia de otra recesión. Aunque el PIB caiga entre enero y marzo, no se cumplirá el requisito de encadenar dos trimestres de caída, ya que la economía creció un 0,4% en el cierre de 2020. También se puede descartar que la mengua del primer trimestre de 2021 se prolongue en el segundo. Resulta imposible que el PIB no crezca, en términos comparativos, respecto a la primavera de 2020 cuando el confinamiento paralizó la actividad. Pero, más allá de debates técnicos, no debe minusvalorarse la gravedad de las nuevas contracciones que la economía puede sufrir. El sector privado llegó a 2021 exhausto, ya que el pírrico crecimiento de finales de 2020 lo debió todo al avance del 4% en el gasto público. En esa situación, las nuevas restricciones a la movilidad provocan que casi el 50% de los negocios prevean más caídas de facturación. En paralelo, el retraso en la campaña de vacunación sentenció la temporada de Semana Santa y amenaza el verano en el sector servicios. Por su parte, el margen de acción del sector público se agota, como delata la total ausencia de ayudas directas a la hostelería y el turismo.
Aunque una nueva recesión sea ahora descartable, el sector privado español enfrenta una situación crítica
En cuanto a las ayudas europeas, podrían retrasarse por el enfrentamiento interno del Gobierno en aspectos para la UE cruciales como la reforma laboral o la propia de las pensiones. Todo se confabula así para que el final de la crisis se vislumbre aún lejano en España.