
Ni empezó por lo que quieren sus enemigos, ni le dedicó el tiempo que pretendían los antimonárquicos, los del gobierno y los de fuera del gobierno. El asunto de las informaciones sobre el Rey emérito, que para el 0,3 por ciento de los ciudadanos españoles supone una grave crisis institucional que obliga a cambiar urgentemente el modelo de Estado, mereció para Felipe VI una sola frase, de enorme contundencia y significación, pero solo eso: una frase que todos compartimos sobre los principios éticos que obligan a todos los ciudadanos sea cual sea su linaje, su familia o su condición.
Hasta Rufián debería compartirlo, aunque él y sus semejantes hayan empleado las programadas críticas de cada 25 de diciembre. Y es que sólo ese porcentaje, 0,3 de cada cien españoles, siguen el juego a Podemos, los independentistas, los nacionalistas y el nuevo PSOE de Pedro Sánchez en su acoso e intento de derribo de la Corona y la Jefatura del Estado, más fuertes desde anoche gracias a un discurso navideño histórico por su llamamiento a la esperanza, la unidad y la confianza en el país que compartimos.
El discurso que durante once meses eternos se ha esperado del jefe de gobierno y que ha brillado por su ausencia. El discurso que sí ha pronunciado la canciller Merkel en varias ocasiones durante la pandemia.
La Moncloa había pedido al Rey que su discurso fuera "suficientemente explícito" y tranquilizador para ese grupo minúsculo de contrarios a la monarquía parlamentaria que nos dimos en la Transición. Se habrá quedado satisfecha pero sólo en parte, porque la alusión a su padre ni fue directa ni fue extensa, ni fue en absoluto lo más importante de cuantos asuntos analizó el monarca. Tanto da. Las acciones de hostilidad hacia él continuarán en los próximos meses y años, mientras dure esta legislatura de la mayoría absoluta multicolor.
Lo dicho por el Rey, que se ha colado en millones de hogares, vale para don Juan Carlos, para los socialistas condenados por el expolio del dinero de los parados andaluces, es válido contra los caraduras que anidaron en el principal partido conservador llevándoselo crudo durante años, o contra la S.A. de la corrupción montada por el nacionalismo catalán y personificada en la familia Pujol. Sería interesante imaginar cuán diferente habría sido el mensaje de Navidad de un presidente republicano como Pablo Iglesias, y comprobar si habría tenido suficientes alusiones a las presuntas corruptelas de su partido con agencias que según la prensa han desviado dinero inconfesable fuera del país. La Moncloa habría exigido igualmente un discurso "suficientemente explícito" y tranquilizador. Seguro.
Los principales enemigos del Rey de España están dentro de España, y son españoles. Aunque no consigan un respaldo social a sus posiciones rupturistas. Según el CIS, la preocupación o "alarma social" de los españoles por la Corona alcanza un 0,3 por ciento
El Rey ha pedido que el desánimo y la desconfianza no minen nuestras capacidades de futuro. Ha hecho una defensa, también inédita en las alocuciones presidenciales, de las empresas y los autónomos que deben liderar la recuperación, más allá del previsible reparto privilegiado que se producirá con los fondos europeos. Felipe VI ha pedido, con la credibilidad que da su figura engrandecida en los malos momentos, un gran esfuerzo colectivo nacional para que juntos superemos esta situación terrible.
Pero los principales enemigos del Rey de España están dentro de España, y son españoles. Aunque no consigan un respaldo social a sus posiciones rupturistas. Según el CIS de esta misma semana, la preocupación o "alarma social" de los españoles por la Corona alcanza ese 0,3 por ciento, la nada despreciable cifra de 138.000.000 ciudadanos de un total de 46 millones. Una cifra considerable en términos absolutos, pero muy relativa.
Hagamos la abstracción de que fueran todos ellos votantes de Pablo Iglesias y las distintas siglas con que su partido se presenta en los diferentes territorios. Si tomamos el total de votantes de Podemos en las últimas elecciones generales del 10-N, esos 138.000 supondrían un 4 por ciento de su electorado menguante. Resumiendo, sólo cuatro de cada cien votantes de Podemos manifestarían una preocupación grave por la existencia de la monarquía parlamentaria según esta abstracción empírica.