
Las restricciones impuestas para prevenir la expansión de la última mutación del Covid, detectada en Reino Unido, hicieron vivir a las bolsas europeas un inicio de semana aciago. Lo evidencia el retroceso del 3,08% que sufrió el Ibex, su mayor mengua en un solo día de los últimos tres meses.
Sin duda, la crisis del coronavirus abre así un nuevo, e incierto, escenario en Europa pero resultaría exagerado dar por inevitable una nueva debacle en el mercado. El Ibex acumulaba un prolongado rally alcista desde que en noviembre se anunciaron los buenos resultados de la vacuna de Pfizer, del que sólo se ha perdido una cuarta parte. Además, los analistas, lejos de caer en el pesimismo, creen que puede abrirse una oportunidad de compra para quienes se perdieron la subidas bursátiles de las últimas semanas. Más allá de los mercados, en el conjunto de la economía, no hay tampoco razones para el pánico. Las mutaciones víricas, aun cuando aumentan la capacidad de contagiarse del patógeno, suelen reducir su intensidad a la hora de atacar al organismo humano; es más, los científicos esperan que las vacunas ya desarrolladas sean efectivas también contra esta mutación. En cuanto al efecto del cierre de las comunicaciones en el Canal de la Mancha, es cierto que afecta a las exportaciones de productos españoles perecederos (Reino Unido es nuestro cuarto mayor cliente), pero el bloqueo impuesto en Francia en principio se limita a 48 horas. Ahora bien, el verdadero riesgo que implica esta nueva cepa de Covid radica en que, si se extiende, provoque el colapso de las urgencias sanitarias que se pudo evitar en la segunda ola de la epidemia y obligue imponer unas restricciones más severas en Europa en el inmediato futuro.