
La ideología es un a priori anticientífico y peligrosa su aplicación política. Los partidos, desde hace mucho tiempo, se han visto invadidos por las ideologías, antes religiosas o sociales y ahora identitarias. El nacionalismo, el ecologismo radical y el feminismo de tipo me too son ejemplos de esa invasión a la cual pocos están dispuestos a enfrentarse. Me refiero, por ejemplo, a las feministas tradicionales, que son incapaces de denunciar las barbaridades de las radicales.
Otro ejemplo: la ley que se anuncia en España sobre la "emergencia climática", que es otro disparate ideológico. El proyecto de esa ley reconoce que se ha producido un calentamiento de aproximadamente un grado "desde la era preindustrial (¡solo un grado en más de un siglo!). Pero ese incremento no muestra correlación alguna con las emisiones de CO2: la temperatura aumentó entre 1900 y 1940, cuando las emisiones eran aún muy bajas; descendió ligeramente entre 1940 y 1975 (lo cual hizo que se hablara en los 70 del peligro de una inminente glaciación), mientras las emisiones se disparaban, y volvió a subir entre 1975 y 1998, para casi estancarse entre 1998 y 2014 y volver a subir desde entonces.
Casi nadie se atreve a poner en solfa las previsiones catastrofistas sobre el clima y, sin embargo, en 1990 se pronosticó un calentamiento de 0'3 grados por década, pero el registrado desde entonces ha sido la mitad (datos del UK MetOffice). Se ha profetizado reiteradas veces la rápida fundición del Ártico, que, sin embargo, no ha perdido hielo desde 2007, y la masa de hielo antártico está aumentando, según estudio de la NASA publicado en el Journal of Glaciology en 2015.
Por otra parte, el calentamiento de un grado registrado desde 1850 se ha correspondido con una etapa de espectacular avance de la humanidad. Sabemos que la temperatura fue más alta en otras épocas, por ejemplo, durante el "óptimo climático medieval" se pudieron cultivar viñas en el norte de Inglaterra.
¿Y qué alternativa se nos ofrece hoy? Las renovables. Oigamos a Bill Gates:
"No existe, ni de lejos, una tecnología de baterías que nos permita obtener toda nuestra energía de fuentes renovables y usar la energía almacenada en baterías en los largos periodos de tiempo en que está nublado o no sopla el viento".
Esa lucha contra las emisiones de CO2 tiene poco que hacer en Europa ni en EEUU, que reducen la intensidad en carbono de sus economías desde hace décadas (la UE es responsable de apenas un 10% de las emisiones mundiales). Sin embargo, en Asia existe una muy fuerte dependencia de los combustibles fósiles, en especial del carbón. El consumo de carbón en China se dobló en solo cinco años (2001 y 2006) y en 2015 el 72% de la generación de electricidad en China procedía de centrales de carbón. En 2017 el promedio mundial era de 484 gramos de CO2 por Kw/h. Pero en la India era de 723, y en de China 620. Alemania emite 560 (por encima del promedio mundial), España 241, Francia 58 y Suecia 13.
Y uno se pregunta qué coño pinta la joven sueca Greta Thunberg dando lecciones en Europa. ¡Que se vaya a China, a ver si se "orienta"!