
Durante años la vieja izquierda se debatió entre las posiciones revolucionarias hacerse de forma violenta con el poder para "cambiar radicalmente" la sociedad y la más "realista", de componente sindicalista, más inclinada a los avances obreros a nivel de empresa (de las grandes empresas, habría que añadir).
Tras las II Guerra Mundial y ante la necesidad de enfrentarse al totalitarismo de la URSS, la izquierda democrática europea (básicamente la socialdemocracia) patrocinó y empujó unos cambios fundamentales que acabaron por ser apoyados por los partidos centristas, especialmente la Democracia Cristiana. Su éxito representó la creación de lo que luego se llamó Estado de Bienestar. Es decir, pensiones públicas decentes, derecho a una Sanidad pública de calidad y para todos, sueldos suficientes, educación obligatoria y gratuita, etc.
El feminismo gritón y el ecologismo radical niegan principios básicos de la democracia
Y, al menos en Europa, muy pocos partidos del centro y de la derecha ponen hoy en duda las ventajas de este sistema. ¿Mejorable? Por supuesto que sí, pero cuya filosofía de base casi nadie pone en entredicho.
Quizá intentado diferenciarse del centro derecha y acompañándose del sectarismo, una buena parte de la nueva izquierda europea se ha dejado invadir por movimientos identitarios, entre los que destacan dos: un feminismo tipo Me too y un ecologismo radical y anticientífico. El nuevo feminismo niega dos columnas vertebrales de la Democracia: 1) la presunción de inocencia, 2) la igualdad ante la ley.
"Las mujeres nunca mienten", aseguraba no hace mucho la vicepresidenta del Gobierno español. Y si "nunca mienten" todas sus denuncias contra los varones no necesitan ser demostradas.
Detrás de este nuevo feminismo gritón late una ideología supremacista que considera al varón, por el mero hecho de serlo, un "machista despreciable", un peligro latente para las mujeres.
Durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero se aprobó una ley contra la violencia, llamada de género, es decir, contra los malos tratos de palabra y de obra contra las mujeres por parte de sus parejas o exparejas. En el articulado había -y hay- auténticas barbaridades jurídicas, como son aquellos artículos que castigan con penas mayores a los varones que a las mujeres por delitos idénticos, pero eso no fue lo más grave. Lo más grave fue que el Tribunal Constitucional, gracias al voto decisivo de su entonces presidente, dio por buenos esos artículos, que habían sido recurridos, precisamente una mujer, una juez de Murcia.
Especialmente durante los procesos de separación o divorcio abundan las denuncias contra el cónyuge varón, con la única finalidad de sacar provecho económico. La mayor parte de esas denuncias falsas no prosperan, pero jamás he conocido un caso en que esas denuncias falsas hayan acabado en una condena de la denunciante mentirosa.
Que esta ideología anti igualitaria y supremacista se haya instalado en buena parte de la izquierda no sólo es una mala noticia para la política, también puede ser el inicio de una guerra entre sexos de nefastas consecuencias.
Y que la contaminación es mala para la salud de los seres vivientes y un problema planetario es algo que ningún ser normal pone en duda. Pero en lugar de poner en manos de la ciencia la solución, muchas veces la solución política la pone en manos de la ideología, lo cual trae consigo enormes dislates, por ejemplo anuncios de catástrofes que nunca ocurrirán.