La segunda mitad del presente verano tiene visos de que saldará con una ocupación hotelera inferior al 40% de su capacidad en ese España. Llegados a ese límite, el problema ya no estriba solamente en la caída de beneficios, y la posible entrada en pérdidas, de las empresas del sector.
La situación es más grave en la medida en que, roto ese suelo, a muchos hoteles, simplemente, ya no les sale rentable continuar abiertos. Máxime ante los cierres de fronteras y rebrotes que incitan a dar por perdida también la campaña invernal (la más importante en Canarias). La crisis, muy lejos de terminar para el turismo, ya compromete sus sostenibilidad misma en España, lo que aboca a una recesión todavía más profunda del conjunto PIB.
