
El acuerdo es ya inminente para una de las cumbres más largas de la historia de la UE. La diferencia entre los mayores defensores del nuevo fondo de reconstrucción europeo (Alemania, Francia, España...) y los Estados recelosos del alcance del Plan Marshall (los países frugales) quedó ya reducida a mínimos.
La propuesta de consenso del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, reduce el volumen de transferencias a fondos perdido (la parte más valiosa del fondo de rescate) de 390.000 millones, muy cerca de los 400.000 millones que Berlín y París consideran innegociables. También los frugales se apuntan el tanto de la inclusión del freno de emergencia holandés. Se trata de un estricto control sobre los países receptores de ayudas, capaz de paralizar su concesión si uno o varios Estados miembros consideran que los beneficiarios de las transferencias incumplen su compromiso de hacer reformas. Michel matiza este protocolo con la obligación de que el Consejo Europeo se pronuncie en tres meses sobre el veto, pero el control sigue en pie. El presidente Sánchez no puede aspirar a mayores ayudas o a una supervisión más suave, máxime considerando la posición de debilidad con la que acudió a la cumbre, como le reprocha el líder del PP, Pablo Casado.
Las mejoras que necesita la economía española se convierten en un mandato de la UE para acceder a sus ayudas
Es más, Sánchez debe servirse de este nuevo mandato europeo para quebrar las resistencias que la facción de Podemos en su Gobierno plantea a reformas ya ineludibles para España, como las que reclaman su sistema de pensiones y su mercado laboral. Una crisis histórica no se supera con más subvenciones públicas, financiadas por impuestos más altos. La prioridad debe ser fomentar los sectores punteros del futuro e impulsar la competitividad y la innovación de la economía española.