
Los riesgos de mañana son los desafíos de hoy. En las últimas décadas, hemos presenciado un aumento sin precedentes de las emisiones de CO2 en la historia de la humanidad procedentes del sector energético. Las consecuencias de estas emisiones, que ya se están sintiendo, se van a acelerar. Si no actuamos, en unas décadas, Yakarta, Londres y Nueva York serán ciudades medio inundadas. Un cambio en las políticas públicas y en las inversiones es esencial, pero insuficiente por sí solo. La incorporación del sector privado, junto con los responsables de la toma de decisiones públicas, es un paso vital, y es importante asignar correctamente la inversión, así como garantizar los niveles necesarios de inversión.
Los gobiernos han decidido tomar medidas. En el contexto del Acuerdo de París de 2015, los gobiernos anunciaron e introdujeron políticas que comprometían hasta 60 billones de dólares de inversión, con el objetivo de mantener el aumento de la temperatura mundial por debajo de los 2° C. Sin embargo, a pesar de este alto nivel de inversión, se espera que las temperaturas mundiales aumenten hasta 2,7°C para el año 2100, muy por encima del objetivo del Acuerdo de París. Esto plantea la duda sobre si el nivel de inversión es mucho más bajo de lo que debería ser.
Esto no es del todo correcto. La investigación de la Agencia Internacional de la Energía (IEA por sus siglas en inglés) ha establecido que podríamos mantenernos por debajo del objetivo, a 1,7 grados, con sólo un 15% adicional de inversión. El reto es el proceso mediante el cual decidimos cómo asignar nuestras inversiones y asegurarnos de que nos centramos en invertir en empresas y soluciones que tengan un impacto positivo inmediato en el medio ambiente y en las emisiones de CO2 actuales. El desarrollo de la innovación futura es importante, pero la prioridad es actuar hoy, porque las consecuencias del cambio climático ya están empezando a ser irreversibles. Si solo invertimos en el desarrollo de soluciones que tendrán un impacto dentro de 10 o 20 años, será demasiado tarde.
Creemos que es necesario centrarse de nuevo en los principales factores de reducción de CO2 identificados por la Agencia Internacional de Energía para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París. Los impulsores clave identificados incluyen la eficiencia en el uso final, el impulso de la reforma en las subvenciones a los combustibles fósiles, la inversión en energías renovables y la reducción de la energía de carbón menos eficiente, la orientación hacia el cambio de combustible nuclear y la reducción de prospecciones petrolíferas y de gas metano. Y lo que es más importante, no sólo debemos esperar a que se produzcan cambios en las políticas gubernamentales, sino también invertir en el desarrollo de soluciones innovadoras y modernas.
El reto de la transición energética no es un asunto que incumba únicamente a los gobiernos. Es un tema del que todo el mundo debe hacerse cargo. La transición energética es una de las mayores oportunidades de la era industrial, en un mundo que está cambiando la forma en la que se consume energía. Sólo necesitamos asegurarnos de que las empresas que lideran el esfuerzo cuenten con las herramientas y la inversión adecuadas para hacerlo.