Opinión

Cómo será el escenario político post virus

  • Cuando el patógeno se aleje, llegará la oscuridad de una recesión sin precedentes
Calle vacía en Barcelona.

Un pacto para salir juntos de la crisis. Mutualizar es la palabra favorita del presidente del gobierno: quiere repartir cargas en Europa para que el resto de países paguen su imprevisión y el desastre de su gestión, y quiere compartir con el resto de partidos políticos en España las responsabilidades y el coste de una situación de quiebra social y económica que va a tardar muchos meses en remontar.

Sobre todo quiere repartir la culpa que supondrá la posibilidad de verse obligado a pedir el rescate de la economía española, con más o menos condicionalidades, pero rescate en suma. El estigma y el desastre nacional, que su antecesor Rajoy supo evitar, de ver llegar a Barajas a los hombres de negro con el maletín de la bajada drástica de pensiones como punto primero en el orden del día. Por eso es mejor plantear ahora un gran acuerdo de Estado, si puede ser emulando el kilómetro cero de la Transición tan poco reconocido por su socio de gobierno, en el que la derecha comparta el coste que va a tener todo esto en el escenario político post virus, que no será poco. Cuando la sombra del patógeno se aleje, llegará la oscuridad de una recesión sin precedentes con millones de personas en paro y millones de empresas cerradas, quebradas o finiquitadas.

El PP debería estar en ese acuerdo de Estado, pero sin dejarse engañar como ha venido haciendo habitualmente. Debe exigir contrapartidas claras: un horizonte de adelanto electoral en un plazo medio, la conformación de un nuevo gobierno sin radicales como el actual, la regeneración de organismos públicos como la televisión que está siendo utilizada como medio de propaganda del gobierno para imponer una verdad única y esconder a los muertos detrás de series cómicas y curvas interminables. Y por supuesto el cese de las hostilidades del PSOE, que hasta en sede parlamentaria está descalificando día tras día a aquellos a quienes pide lealtad y unidad, y lo pide "de corazón". La reconstrucción económica, sanitaria y política del país no puede toparse con estrategias barriobajeras de ataque como la que lleva a cabo la cuenta oficial socialista en Twitter o la de su portavoz parlamentaria desde la tribuna de oradores.

Y por supuesto la condición que debe poner el PP, habitualmente engañado y superado por las artimañas de sus adversarios, es la de vigilar que no se caiga en la tentación de un cambio de régimen como se adivina en las comparecencias públicas del gobierno y como ha dicho con toda claridad Josep Borrell: tras el virus, el Estado será el empleador, el prestamista, el consumidor y el propietario. Si la derecha acepta unos nuevos Pactos de la Moncloa para esto, la ruina está asegurada por varias generaciones.

Se atisba además una reconfiguración de la mayoría parlamentaria, apuntada en las sesiones del Congreso que han salvado el cerrojazo decretado por Meritxell Batet. El PNV ha amagado con retirar su apoyo al gobierno de coalición, y sus socios independentistas le abandonan de forma reiterada siempre que pide la confianza de la Cámara para el estado de alarma. Incluso para sacar adelante las medidas económicas, el "escudo social" contra la crisis, ha tenido que agachar la cabeza al comprobar que hubo más votos de abstención que de apoyo. Todo esto no augura nada positivo para Pedro Sánchez en su intención de agotar la legislatura con la actual configuración, la

alucinante mayoría que sacó adelante la investidura. Nada parece indicar, y la propia ministra de Defensa lo ha reconocido públicamente, que ese juego repudiable de apoyarse en los partidos que rompen España vaya a durar más allá del confinamiento.

La duda que recorre estos días las videoconferencias es ésta: ¿Quitarse de encima a Iglesias y sacarle del gobierno una vez vuelva la (relativa) normalidad?. La estrategia del escorpión que defendimos en esta misma tribuna antes de la formación del gobierno de coalición se topa ahora con una situación que Sánchez no imaginaba que ocurriera tan sólo dos meses después de llegar al poder: que fuera tal su debilidad que necesite de su socio obligatoriamente para realizar juntos la travesía que va a suponer una recesión económica sin precedentes y una bancarrota del país, de sus empresas y de sus individuos, como no se ha producido nunca en la historia. Sánchez ahora necesita a Iglesias, y por eso condiciona su invento de unos nuevos Pactos de la Moncloa a que se acepte a Podemos como participante sí o sí, mientras se niega la presencia a VOX por ser un partido radical. Como si el PCE no hubiera suscrito aquellos acuerdos de 1977 por su radicalidad... Si esto ocurre, la ensalada de golpes entre socialistas y morados será constante, porque los PGE post virus no podrán ser los mismos que habían acordado ambas formaciones. No podrán ser los presupuestos del proyecto ideológico de PSOE y Podemos, sino unas cuentas de reconstrucción nacional y de salvación del país.

Un escenario de elecciones a lo largo de 2021 no es descartable, con lo que la legislatura del gobierno de coalición no llegaría o superaría a duras penas su ecuador.

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