Opinión

El virus llegó a América Latina

El coronavirus ya amenaza América Latina (Rio de Janeiro (Brasil) en la imagen)

El Covid-19 llegó a América Latina, pero no así las medidas eficaces para enfrentar la pandemia. Los presidentes Andrés Manuel López Obrador de México y Jair Bolsonaro de Brasil, imitando a Donald Trump, todavía realizan actividades públicas y abrazan a sus seguidores, en un imprudente intento por reforzar sus credenciales de hombre fuertes. América Latina merece una respuesta más seria, audaz y con metas claras para evitar que una crisis de salud pública se transforme en una catástrofe socioeconómica.

América Latina tiene amplia experiencia en todo tipo de crisis, pero la actual es inédita. La primera prioridad es salvar vidas, de modo que todo peso gastado en la contención del virus es un peso bien gastado. Este no es un momento para ahorrar.

La índole y la gravedad del shock económico también son nuevas. Nunca antes se le había confinado a la ciudadanía a que dejara de trabajar. Incluso si el encierro no dura más de un par de meses, es posible que se produzcan contracciones de dos dígitos en el PIB anual. De no existir una respuesta política, este será solo el comienzo de la historia de hundimiento económico. Para evitarlo, las políticas anticrisis deben ser rápidas y enormes.

Se necesitan respuestas que eviten que esta crisis se convierta en catástrofe

En primer lugar, las autoridades deben evitar que los hogares pierdan sus ingresos. Esto significa cambiar la normativa laboral de modo que a los trabajadores se les remunere incluso cuando no estén trabajando a tiempo completo. En Reino Unido y Dinamarca, el gobierno cubrirá de manera temporal el 80% y el 75%, respectivamente, del gasto salarial de las empresas que estén en aprietos. Es probable que esto sea inasequible para los gobiernos latinoamericanos. Sin embargo, pueden aplicarse estrategias más a la medida de cada país. El plan de Chile, por ejemplo, permite que las empresas pasen a jornadas parciales de trabajo y utilicen el fondo de seguro de desempleo para garantizar que sus trabajadores reciban por lo menos el 75% de su salario original.

Una de las dificultades que enfrenta América Latina es que gran parte su fuerza laboral trabaja de manera informal, sin empleador que remunere o brinde algún seguro. Por ello, los gobiernos no tienen más alternativa que efectuar transferencias en efectivo a los hogares que han perdido sus ingresos. En los países donde existen programas a gran escala de transferencias de efectivo la implementación puede ser rápida y amplia. Otros países tendrán que superar mayores desafíos para llegar a un número suficiente de hogares, dado que muchos carecen de cuenta bancaria e Internet. En el caso de Perú, esto significa que el subsidio de 380 soles a los necesitados debe retirarse en persona en los lugares designados, y que se limita a hogares urbanos.

El gran problema es que muchos países de la región no tienen margen para emitir más deuda

La política macroeconómica también debe ayudar a las empresas para que cumplan sus compromisos. Ello requiere asegurar el acceso al crédito mientras dure la emergencia. La reducción de los tipos de interés constituye un componente necesario pero insuficiente de este esfuerzo. Las autoridades monetarias y los reguladores financieros tienen que proporcionar incentivos a los prestamistas para que los recursos sigan fluyendo. Una combinación de líneas especiales de crédito y tolerancia normativa viene al caso. En algunos países, los bancos estatales pueden encargarse de otorgar créditos cuando los acreedores privados decidan no hacerlo.

Para poner fin al peligroso ciclo de deflación, los bancos centrales de la zona deben aprestarse para comprar bonos gubernamentales y privados. Y dado que la deuda externa suele estar denominada en dólares, los gobiernos y los bancos centrales que tienen reservas o acceso a liquidez no deberían vacilar en inyectar esos dólares en el mercado local. Las reservas de liquidez en moneda extranjera se crearon precisamente para tiempos así, y para evitar una híper-depreciación de la moneda.

La suma de estas medidas fácilmente puede costar varios puntos porcentuales del PIB. La respuesta a la emergencia es urgente, y ese costo es inevitable. ¿Qué pueden hacer las naciones para financiarla? Unos pocos países tienen margen para emitir más deuda pública en los mercados nacionales e internacionales, y deberían hacerlo.

Pero otros no lo tienen. Y así como los tipos de interés a nivel mundial se han desplomado, se duplicado los spreads de la deuda latinoamericana, en un momento en que caen en picado los precios de los commodities, al igual que los ingresos producto del turismo y de las remesas, que son cruciales para los países de Centroamérica y el Caribe. Por lo tanto, la mayor parte de América Latina experimentará una aguda escasez de dólares, y su única fuente de financiamiento en esta moneda serán los organismos multilaterales.

El FMI ha dispuesto una línea de crédito flexible, una línea de liquidez cautelar y un servicio financiero de desembolso rápido. Este compromiso es útil, pero no se puede afirmar que estas fuentes serán suficientes o estarán disponibles con rapidez.

Por ello, la ayuda de la Fed resulta de importancia crítica. Esta entidad es la fuente original de todos los dólares que existen. En esta crisis, ha dado acceso a líneas de swaps en dólares a otros bancos centrales, pero solo a los de países que considera sistémicamente importantes, que en América Latina incluyen a México y Brasil. ¿Por qué no a países con grado de inversión, como Colombia, Perú y Chile? Otra alternativa es que la Fed compre bonos emitidos por el FMI, el cual a su vez podría prestar esos dólares a economías emergentes y de bajos ingresos (esta es una antigua propuesta, cuyo momento puede haber llegado finalmente).

Todo esto necesita suceder, y de manera rápida. América Latina tiene la "suerte" de ir unas pocas semanas atrás de Europa y Asia en el avance del virus. Es imperativo que emplee este tiempo de manera sabia y audaz. Theodore Roosevelt afirmó que sin "la gran ocasión, no surge un gran estadista; si Lincoln hubiera vivido en tiempos de paz, ahora nadie sabría su nombre". Hoy día, América Latina emprende una lucha contra el contagio, la depresión económica y la desesperación social. ¿Pueden los Lincoln de la región dar un paso al frente?

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