
Parece que ciertas decisiones de política económica tendrían que vincularse, prioritariamente, a la creación de un fuerte desarrollo de nuestra economía. Pero esto ¿se contempla como algo fácilmente posible? He ahí un problema que genera un déficit en nuestra economía, el de la observación de ese raquítico incremento del PIB, y esperar que no contemplemos cifras negativas.
Para superar esta cuestión, ya en 2009, Carlos Sebastián expuso que el incremento de la productividad es el factor es clave. Pero existen limitaciones a dicha productividad, generadas por decisiones equivocadas de la Administración Central, como sobre todo, por las CCAA. Eso lo ha mostrado la publicación del Banco Mundial, Doign Business. 2013. En la clasificación sobre Facilidad de hacer negocios, el 1, la máxima facilidad, corresponde a Singapur; España ocupa el puesto 44; el 43, Perú, y el 45, Colombia. Ese es el resultado, de la ruptura de la unidad de mercado, a causa de dispares políticas administrativas desarrolladas por las diversas comunidades autónomas, que se superponen y complican normas intervencionistas del Estado central. Esa ruptura de mercado -que genera hundimientos en la productividad, y por ello también dificultades en el mercado internacional siempre competitivo-, supone un déficit que repercute en nuestra balanza comercial, impulsando este concreto déficit, que sí fue una obsesión continua para los dirigentes de nuestra política económica antes de 1959. Ello además empeora la causa de una decisión evidentemente anticonstitucional planteada por doctrinarios que pretenden generar "un Estado federal multinacional", realidad que ampliaría forzosamente el papel disgregador existente en España, y por tanto sería destructora de la eficacia productiva de las actuales economías. Un problema que ya se adivina en Cataluña. Todos los procesos de ruptura del mercado plantean, pues, una carga para nuestro desarrollo económico. Lo señalado hasta aquí muestra aquello que amplía la expresión de Lucas Mallada en relación con "Los males de la patria".
España tiene un grave problema energético agravado por el cambio climático
Es preciso agregar a lo dicho, que España tiene un considerable problema energético, agravado aún más como consecuencia del cambio climático. A los problemas de la importación de hidrocarburos, a la eliminación del carbón, a las marchas y contramarchas respecto a la energía nuclear, a ciertos planteamientos pseudo ecológicos y electorales, se agrega que, en el conjunto de la economía mundial y como resultado de ineficaces medidas empresariales y de política económica, España es una "isla energética". Todo esto constituye otra grave cuestión a superar.
Y otro problema considerable, acerca del cual no se ve ningún planteamiento serio para resolverlo, es el demográfico español. Por ejemplo, se observa ya que la financiación de las pensiones pasará a ser, dentro de poco, la consecuencia de la relación 1/1, o sea, que cada obrero tendrá detrás de su coste salarial, un fuerte incremento con las consecuencias que se derivan de la famosa curva Phillips. Y esto se debe al envejecimiento de nuestra población, y hacia el futuro por la caída espectacular de la natalidad. Para mantener la estabilidad poblacional española, se necesitaría que cada mujer en edad fértil tuviese como media, 2,1 hijos. En 1970 ese índice era de 2,86; en 1975 era de 2,80; en 1980, pasó a ser de 2,21 en 1985 era ya de 1,64; y desde 1997 nos encontramos por debajo de 1,16, con realidades regionales como la de Asturias con 0,76, o las del País Vasco con 0,98. Y la tremenda y rápida caída de la natalidad, apoyada por medidas que afectan a la conducta familiar, complican este importante déficit, evidentemente en parte relacionado con pérdidas de valores.
Todo lo anterior significa ignorar una serie de enlaces que existen derivados de los planteamientos económicos; echar a un lado todas esas funciones macroeconómicas, que desde los 40 se han puesto en marcha para tratar de orientar modelos adecuados de desarrollo, muestran la existencia de problemas.
Por ahora, el panorama es preocupante, y eso hace pensar que si se sigue admitiendo, parece evidente que aparecería aquello que Krugman escribió en El retorno de la economía de la depresión y la crisis actual: "Parecía como si las bacterias que solían provocar plagas mortales, y que creíamos que la medicina moderna había derrotado hacía mucho tiempo, hubieran desaparecido bajo una forma resistente a todos los antibióticos convencionales. Pero seríamos tontos si no buscásemos, costase lo que costase, nuevos regímenes profilácticos, para no ser las próximas víctimas".
Por ello, es necesario señalar lo que funciona mal y no creer en sofismas absurdos. Como consecuencia, es urgente reaccionar de acuerdo con lo que Ortega y Gasset señaló en 1930: "La primera condición para una mejoría de una situación concreta grave, es hacerse bien cargo de su enorme dificultad. Sólo eso nos llevará a atacar el mal en los estratos hondos, donde verdaderamente se origina".