
Las principales bolsas mundiales volvieron a vivir ayer otra jornada negra por culpa de la crisis del coronavirus. Dentro de las caídas generalizadas, destacan, por su intensidad, las que sufren las empresas relacionadas con el sector turístico.
En el caso de las pertenecientes al Ibex, su capitalización ha mermado en casi 10.000 millones. Con todo, el aluvión de ventas en el mercado no es el mayor problema al que está abocada la actividad turística en España. De hecho, hay posibilidades de que ese revés se corrija en las próximas semanas, si los inversores capaces de dominar el pánico aprovechan la oportunidad de compra que se abre en los mercados. Por el contrario, se antojan mucho más difíciles de corregir los problemas que plantearía la extensión del miedo a viajar a nuestro país. Es cierto que la incidencia del virus en España es ahora mucho más reducida que la detectada en Italia (donde las cancelaciones de reservas en hoteles han llegado a niveles dramáticos). Pero esta crisis se ha desatado en un momento de gran delicadeza. Poco más de un mes queda para el comienzo de la Semana Santa; además, el próximo trimestre es el decisivo en la planificación de las vacaciones veraniegas. El posible recelo a viajar a España sólo pondrá las cosas más difíciles a un sector que, desde el año pasado, ya afronta sus propias dificultades. Es el caso del resurgir de los destinos competidores del Mediterráneo y de los obstáculos para elevar, de modo sostenido, el gasto per cápita de los turistas.
La amenaza que el coronavirus supone para el sector turístico tendrá repercusiones en el conjunto de la economía
Pero, sobre todo, debe recordarse que el turismo acapara el 10% del PIB español. Sus problemas tienen así plena capacidad de provocar una desaceleración de la economía más rápida de la prevista y poner en mayores apuros la creación de empleo.