
Prácticamente, en lo que consideramos como el mundo civilizado, y después de multitud de debates, el papel que tienen los empresarios se muestra de modo creciente. Sus biografías se tienen en cuenta cada vez más, y desde luego, en el caso de Plácido Arango, esto es evidente. Cuando observamos su vida, se tiene que destacar, entre otras cosas, que este empresario que se analiza ha triunfado. Esa victoria evidencia que ha cumplido adecuadamente con el papel que tiene, al ser pieza clave de la vida económica. Esto se ha explicado en multitud de estudios de economía, como en el de Von Thünen, que nos recordó Stackelberg en sus Principios de Teoría económica, acerca de qué manera, precisamente, ese triunfo contribuye eficazmente al conjunto del desarrollo económico. A esta postura perteneció, con claridad, Plácido Arango, clave en el avance continuo de la llamada "economía libre de mercado". El resultado de ese triunfo empresarial se difunde así por todo el conjunto de la economía.
Pero, además, con el resultado de ese triunfo, cada empresario actúa de manera diversa. En el caso de Plácido Arango, esto tiene una típica proyección hispanoamericana. Por una parte, él se consideraba unido a un mensaje procedente hasta ahora de Pelayo, en el conjunto de España; pero también a lo que interesaba vitalmente a otras personas situadas al otro lado del Atlántico. Éstas habían aceptado mensajes con raíces que procedían de la independencia de EEUU, aunque muchos presidentes de la República de México tuvieron que luchar precisamente contra acciones que venían de Washington y que motivaban la creación de una conciencia especial, que hay que calificar de hispana en la Nueva España. Y dentro de esa conciencia, los emigrantes españoles a México crearon una situación nueva, desde el punto de vista de las actividades productivas y, también desde el de las de actividades intelectuales.
A pesar de su notoria labor social y cultural, nunca quiso que se le ensalzase por ello
Dentro de este espíritu especial nacido en México, multitud de emigrantes españoles no solo se vincularon a él, sino que se convirtieron en portadores, en multitud de sentidos, de ello en España, dentro de una especie de regreso vinculante. Entre los emigrantes asturianos, esta especie de "ida y vuelta" tuvo un papel muy importante para la economía regional de origen, y, por supuesto, para la española. Provocó la llamada "llegada de fondos de Ultramar", que explica multitud de realidades financieras, empresariales y también de bienestar. Bien cerca de la localidad asturiana de Plácido Arango, en Villazón, en el concejo asturiano de Salas, se observa un precioso edificio escolar, financiado por un emigrante local con fondos americanos. Este talante lo vemos con claridad en el caso de Plácido Arango, y concretamente, en lo que éste ha significado en multitud de importantísimas instituciones fundamentales de la cultura española, desde el Museo del Prado a la Fundación Princesa de Asturias.
Pero eso no genera algo así como un abandono de talantes procedentes del mundo americano, donde empresarialmente se había actuado. No puedo dejar de anotar, como me señaló en una conversación un primo de Plácido Arango, Joaquín Menéndez Arango, que como consecuencia de su acción de prócer en el mundo cultural español, parece ser que Juan Carlos I había pensado en concederle un título nobiliario; pero, dentro del espíritu republicano de México, con ciertas raíces que, por cierto, proceden también del krausismo español, se considera que tal distinción no se debe aceptar. Por eso, en la información que tengo, se encuentra la raíz de la negativa a recibir esa distinción por parte de Plácido Arango.
Mas ello no impidió que también impulsase actividades económicas en España y de modo muy destacado desarrollos intelectuales de todo tipo: soy testigo de su ayuda financiera a los Cursos de La Granda y a la Fundación Valdés Salas. A ello lo acompañaba siempre una especie de deseo de no exhibición. Me consta que no le apetecía que se le ensalzase por ello; consideraba que sus ayudas eran algo así como una exigencia obligada en favor de la sociedad.
Tenía, pues, una personalidad al mismo tiempo regional asturiana, española y mexicana, que se había implicado a fondo en el mundo de los negocios, pero también simultáneamente en el mundo de la alta pintura y de niveles intelectuales muy destacados.
Esto conviene decirlo cuando tantas tonterías proceden de personas que, por ejemplo, opinan sobre economía sin haber leído ni un sólo argumento procedente de la llamada Escuela de Friburgo. Pero, por supuesto, constituye algo importante para entender plenamente lo que explica la justificación social de grandes empresarios. Eso es lo que tiene que señalarse en el caso de Plácido Arango, quien en México y en España actuó de modo tal, que hizo posible aquel mensaje del mexicano Miguel Madero, quien, en su ensayo Los deberes recíprocos de superiores e inferiores, sostenía que debería ser posible que, por la conducta de los empresarios, "los pobres venerarían y respetarían a los ricos". En México y en España, y desde luego en Asturias, ¡cómo se venera y respeta la memoria de Plácido Arango!