
La crisis del virus de Wuhan continúa provocando caídas en la bolsa europea. Tras el lunes negro con el que se abrió esta semana, el Eurostoxx volvió a descender ayer, hasta el punto de que perdió el soporte de los 3.600 puntos. Era una mengua previsible (como las que se pueden producir en los próximos días), debido a que es ahora cuando se hacen efectivas las órdenes de venta de los inversores que operan a través de fondos.
Además, debe reconocerse que la crisis no presenta mejoras. Su extensión en Europa continúa, hasta el punto de que España también ha entrado en su radio de acción, tras detectarse los primeros casos en Cataluña y Canarias. En paralelo, EEUU acusa a Irán de no revelar el verdadero alcance que la enfermedad ha logrado en sus territorio.
Sin duda, la evolución de este problema resulta imprevisible pero, desde el punto de vista estrictamente inversor, equivale a un error considerar que la única opción que le queda al inversor es salir de al renta variable con rapidez y buscar cobertura en activos como la renta fija. Además de los riesgos de burbuja que siguen presentes en la deuda, debe considerarse que la mayoría de los analistas instan a no dar por perdida la tendencia alcista que las bolsas muestran desde finales de 2019. No se dará esa situación mientras el Eurostoxx no pierda el nivel que marcan los mínimos de agosto pasado, cuando volvió a especularse con una nueva recesión mundial, situados en 3.240 puntos.
Con las debidas cautelas, quien no haya vendido ya, debería evitar toda precipitación. Más recomendable es aprovechar el atractivo que presenta el Ibex en cuanto a rentabilidad por dividendo (vuelve al 4,7%), y considerar también que puede abrirse una nueva zona de compra.