
Los poco más de tres meses transcurridos desde que EEUU impuso aranceles a la importación de aceite de oliva español arrojan un panorama preocupante. Las ventas a la primera potencia mundial cayeron un 60% y retroceden a niveles de 2008.
Es cierto que se trata de un conflicto difícil, ya que las tasas estadounidenses cuentan con el aval de la OMC. Ahora bien, esas tasas también penalizan a Italia y Grecia, pero los daños son menores en ambos casos, gracias a la intensa labor negociadora que sus Gobiernos emprendieron desde el inicio de la crisis. En España, la interinidad política lastró la acción del Ejecutivo, pero ahora que cuenta con plenos poderes debe intensificar su acción diplomática. España no puede permitirse ser el gran perdedor de la guerra del aceite.