
Existe justificada preocupación en el mundo ante el brote de SRAS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave) que se ha detectado en la ciudad china de Wuhan (11 millones de habitantes), que ha causado algunas muertes y que se está extendiendo con rapidez pues en menos de un mes ha llegado a Japón, Tailandia, Corea del Sur y Estados Unidos (siempre con ciudadanos procedentes de Wuhan).
Esto de las epidemias viene de muy atrás. La Biblia nos habla de las Siete Plagas que Dios desencadenó en Egipto para que el faraón dejase marchar a Moisés y al Pueblo Elegido y dice que son muestra de la cólera divina, aunque Aristóteles en un esfuerzo racionalizador echara la culpa años más tarde a la influencia de los cuerpos celestes. Cabe imaginar la zozobra y desasosiego de aquellas gentes que no entendían ni la causa ni la forma en que se propagaba lo que veían como una maldición. Tucídides en su Guerra del Peloponeso documentó con detalle una plaga de peste que afectó a Atenas, y Ovidio nos habla de otra en sus Metamorfosis. El mismo emperador filósofo Marco Aurelio murió de una peste llamada Antonina en su recuerdo. Seguro que hubiera preferido no bautizarla.
La facilidad para viajar que trajo la globalización acelera las infecciones
También murió inoportunamente de peste Alfonso XI cuando asediaba Gibraltar en 1350. La peste bubónica, llegada a Europa en 1347 con los comerciantes que venían de China, pudo acabar con un tercio o incluso la mitad de la población de muchas ciudades europeas como Florencia, al tiempo que hacía la fortuna de Bocaccio que escribió el Decameron para entretener a un grupo de damas y caballeros refugiados en el campo. Se calcula que murieron 25 millones de europeos. Hubo otro brote en 1646-1665 que mató a 200.000 personas sólo en Sevilla, que se dice pronto, y también al príncipe de Asturias Baltasar Carlos, que a la sazón tenía 16 años, con la consecuencia de que el Trono fue a parar a su hermano Carlos II que no tuvo hijos porque no podía tenerlos (a pesar de las torturas a que le sometieron los galenos de la época) y desembocamos en la Guerra de Sucesión. Por culpa de la peste.
Ha habido otras epidemias terribles como las de viruela y luego el sarampión que llegaron a México a partir de 1520 con la Conquista y que pudieron acabar con un tercio de la población indígena que no tenía defensas. La vacuna contra la viruela sólo se inventó en 1746 por Edward Jenner y Catalina II de Rusia se la hizo poner entre las dudas y el escándalo de su Corte, reacia a las "modernidades". Quizás la más mortífera haya sido la Gripe Española de 1918 que se llevó por delante a 50 millones de personas, más que la Gran Guerra, y entre ellas al gran pintor portugués Amadeo de Souza Cardoso, íntimo de Modigliani. Aunque se originó en el Mid-West norteamericano, recibió ese nombre porque al no participar España en la guerra nuestra prensa no tenía censura y era la única que hablaba de ella abiertamente.
El Gobierno chino ha actuado con eficancia al poner en cuarentena la ciudad de Wuhan
Más recientes son la epidemia de SIDA de los años 80 que hizo estragos en África (25 millones de muertos) y que pese a la vacuna sigue siendo endémica en las riberas del Lago Victoria, o la de ébola que en 2016 estalló en África Occidental con un rebrote el año pasado en Kivu y un total cercano a las 12.000 víctimas, lo que revela mayor capacidad de reacción por parte de las autoridades sanitarias. En ambos casos el origen está en virus que han pasado de animales a seres humanos. Exactamente igual que ocurrió con la gripe asiática de 1957 (un millón de muertos), o con la gripe aviar de 1997, y con el brote de SARS de 2003, también en China (800 muertos y 8000 infectados). Es evidente que todo se difunde con más rapidez con la facilidad en los viajes y en las comunicaciones que trae una globalización que siempre ha existido y ahora se ha intensificado.
El virus de Wuhan era desconocido, se origina en los murciélagos y llega a los humanos a través de la carne de una civeta salvaje muy apreciada entre los gourmets locales. Se trata de un coronavirus (por su forma) que provoca dificultades respiratorias y pneumonía y que también se transmite entre humanos. Las cifras cambian a diario pero ya se han contado varios muertos y varios cientos de infectados y se trata de evitar que se difunda más. Y aquí es donde entran las festividades del Año Nuevo Lunar porque implican que cientos de millones de personas (y no exagero) viajen de un lugar a otro por toda China (pero también al extranjero) para pasar la fiesta con sus seres queridos, como hacemos nosotros en Navidad y los americanos en Thanksgiving.
Reuniones de personas procedentes de diversos lugares, besos y abrazos, gente que come del mismo plato (algo común en China) y regalos que llegan por correo pueden hacer que el virus se extienda sin control. El aspecto positivo es que las autoridades cuentan con la experiencia de lo que ocurrió en 2003 y están más preparadas para combatirlo con eficacia y por eso han puesto en cuarentena la ciudad de Wuhan, cortando las comunicaciones e impidiendo que la gente salga o entre.