
En 1979, Manuel Sacristán y sus discípulos escribieron en la revista Mientras Tanto que "no" se puede seguir siendo comunista o socialista sin ser al mismo tiempo ecologista.
Cuarenta años después, deberíamos decir que "no" se puede ser comunista o socialista sin priorizar la ecología política en aras de construir un nuevo paradigma. Debemos destacar que en esta última afirmación el verbo priorizar está indisolublemente supeditado al verbo construir. Es decir, que la relación de dependencia relativa entre comunismo y socialismo de una parte y ecologismo de otra, solamente tiene sentido a la hora de diseñar, proponer y organizar colectivamente una nueva sociedad que necesariamente debe gestarse desde el seno mismo de ésta.
Dos son las líneas argumentales que sustentan la afirmación anterior: el proceso histórico desarrollado desde el siglo XIX y la entidad de la doble tarea a afrontar: detener el desastre del proceso de colapso civilizatorio y asentar las bases de la nueva sociedad.
Desde el siglo XIX han sido cuatro las propuestas de liberación que se han ido sucediendo: las Internacionales obreras ligadas al marxismo y al anarquismo, la aparición en 1949 del libro de Simone de Beauvoir El segundo sexo, que dimensiona al feminismo, la publicación en 1961 del libro Los condenados de la tierra de Frantz Fanon, con el que se abre la perspectiva de la liberación del colonialismo y la validez de la cultura propia para organizarse, y el informe en 1972 de Donella Meadow sobre Los límites del crecimiento; surgía la ecología.
Estas cuatro visiones de la contestación al orden y la cultura dominantes se han ido aproximando y confluyendo. En 1974 se acuña el término Ecofeminismo. En 2001 surge el Manifiesto Ecosocialista y en 2007 la Declaración de Malí sobre la soberanía alimentaria se obliga a producciones agrarias sobre bases sostenibles. Este proceso de síntesis concurrentes nos indica la necesidad de culminarlo en una única propuesta alternativa desde los dominados, pero también desde la mayoría de la humanidad.
Los pobres resultados de la COP25 se deben a que todo depende de los Estados
Uno de los vectores de fuerza que le dieron al primitivo movimiento obrero una garra de especial consenso, fue la idea del internacionalismo. Desaparecida aquella pulsión revolucionaria, la ecología política, en proceso de síntesis con otros impulsos liberadores, tiene la capacidad de construir una nueva - y necesaria - visión del internacionalismo; está ínsita en su esencia.
Los pobres resultados de la COP25 no deben extrañarnos. Las bienintencionadas organizaciones y propuestas oficiales tienen como lastre su dependencia de los Estados, y por ende, de los poderes económicos del sistema con toda su capacidad de crear consensos en torno al consumo, el crecimiento sin límites y la imposibilidad de una alternativa.
Deberíamos retomar de las internacionales obreras del siglo XIX la capacidad de crear un mensaje liberador que, precisamente ahora, es más urgente y más necesario por la propia índole del problema a abordar. Un mensaje liberador construido con proyectos concretos y compromisos éticos personales y colectivos.