
El activo por excelencia este año ha sido la renta variable. Hemos visto rentabilidades muy abultadas en la mayoría de los países. La falta de rentabilidad en otros activos ha empujado a los inversores a comprar acciones. El problema es que este año los inversores han invertido en renta variable sin mirar los fundamentales, los flujos se han concentrado en la gestión pasiva (ETFS; índices) más que gestión activa.
En los últimos diez años, el patrimonio invertido en el mundo en gestión pasiva se ha doblado, pasando de 4.000 billones a 8.000 billones de dólares. Este crecimiento, además, se ha acelerado en los últimos cinco años y especialmente este año. Los inversores prefieren no complicarse ante la falta de claridad en la dirección del mercado.
Al concentrarse los flujos en la gestión pasiva, salen beneficiados los grandes países y las grandes compañías porque tienen una alta representación en los índices. Y perjudica a las pequeñas compañías y a los países periféricos, que no se pueden replicar en los índices. Sin embargo, si el mercado empieza a descender por una desaceleración económica las grandes compañías y los grandes países tendrán más volatilidad y será más difícil generar alpha porque no se mueven por fundamentales.
Otro factor que ha afectado negativamente tanto a pequeñas compañías como a grandes compañías españolas ha sido la mayor exposición a Latam, cuyas economías han pasado de crecer de media un 3% en los últimos 20 años a crecer un 0%. Esto ha supuesto menor confianza en los países latinoamericanos y, de rebote, menor confianza en España. Pensamos que esta tendencia cambiará de cara al año que viene, el crecimiento volverá y los inversores en el 2020 volverán a poner sus ojos en emergentes, periféricos, bancos, value, small caps, etc., es decir, en todos los activos que se han quedado atrás.

España sigue siendo el país que más crece por cuarto año consecutivo, con un crecimiento sólido, diversificado y sostenido tanto por demanda interna como por comercio exterior. Todos los sectores tiran de ese crecimiento: construcción, industria, consumo y propiedad intelectual. Las pequeñas y medianas empresas españolas crecen el doble en ebitda de lo que crecían en el 2007, están más internacionalizadas, tienen menos deuda y se han digitalizado. Los equipos directivos tienen mayor compromiso y alineación con los accionistas y utilizan de una forma más responsable el capital. En definitiva, nuestras empresas son mejores ahora de lo que eran en el 2007.
La gestión pasiva ha ganado la batalla a un año, pero a tres años la gestión activa ganará la guerra.
Sin embargo, cuando miramos el comportamiento de los índices observamos que las small caps americanas, inglesas, alemanas y francesas se han revalorizado en torno al 100% desde el pico de 2007. Durante este mismo periodo, las pequeñas y medianas compañías españolas están todavía un 40% por debajo de aquella fecha. Esta dicotomía entre fundamentales y valoración no tiene sentido y creemos que en el año 2020 este gap entre valoración y fundamentales y este gap con el resto de países europeos tenderá a cerrarse.
La gestión pasiva ha ganado la batalla a un año, pero a tres años la gestión activa ganará la guerra. Hay una parte de la gestión que nunca podrá ser sustituida por una máquina: el sentarse frente a frente con el CEO y el director financiero de una compañía, el visitar una fábrica y ver cuál es su capacidad instalada, cuáles son sus necesidades de capex a futuro, como monetizará toda esa inversión, cuál es su ROCE, entender si ese crecimiento que estimamos es de verdad rentable y generará márgenes más altos, etc.
La gestión pasiva a través de máquinas no tiene olfato, no analiza, no se para a modelizar un negocio innovador que puede incrementar de forma significativa las ventas a futuro, no se fija en la ética que tienen los directivos de una empresa, en la forma de gestionar una compañía ni en el compromiso con la sociedad y el medioambiente Eso solo lo consigues con gestión activa y la gestión activa en cualquier país pasa por una pequeña compañía, da igual la dirección que tome el mercado, da igual que la economía se pare porque hay una cosa que nunca para: la evolución humana. Y mientras haya evolución humana habrá una pequeña compañía por la que la economía y la sociedad de nuestro país avancen.
Aprovechemos la oportunidad, invirtamos en el tejido industrial y empresarial español antes de que venga un socio industrial o un private equity de otro país y, aprovechando la falta de crecimiento orgánico y la coyuntura actual de tipos, se lleve nuestras compañías ofreciendo tentadoras primas de entre 25% y 35%.
Creemos que se pueden obtener rendimientos positivos eligiendo con pericia las empresas y manteniendo un horizonte temporal de tres años. Y apelo a su conciencia para que apoyen a las empresas que forman el tejido industrial y empresarial español, que contribuyen a crear empleo y riqueza en nuestro país y que siembran el terreno para un futuro mejor y más sostenible.
Lola Solana es gestora de fondos de renta variable Small Caps y con criterios sostenibles de Santander AM.