Opinión

Raíces del disparatado separatismo catalán

Cataluña se verá afectada si se separa de España

Una de las raíces evidentes del separatismo catalán surgió como consecuencia de la búsqueda de un fuerte proteccionismo para sus actividades industriales.

Pero esa fuerza no debe olvidarse, porque ahora se ha esfumado. Conviene, en ese sentido, analizar las contradicciones que, desde el punto de vista de la economía, surgen continuamente en los mensajes separatistas de esa región. Es necesario señalar que, en primer lugar, el actual separatismo catalán tiene su primera raíz en el movimiento que, a partir de 1808, y como consecuencia en él de la Guerra de la Independencia, surge procedente de un movimiento liberal creciente, de evidente influencia generada por la Revolución Francesa y sus derivaciones, que pasó a experimentar una fuerte oposición de la Iglesia y que, a la muerte de Fernando VII, generó el choque de carlistas e isabelinos, no solo por quien debería ocupar el trono, sino por las orientaciones liberales y críticas de la realidad que entonces tenía la Iglesia, que procedían del ambiente cortesano de la Regente María Cristina, y que, durante una veintena de años, hasta el abrazo de Vergara, generaron un conflicto bélico entre liberales cristinos y carlistas partidarios de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII. El arraigo carlista en Cataluña era muy fuerte, y permaneció así hasta, por lo menos, la llegada al trono de Alfonso XIII, y continúa todavía en ámbitos rurales.

El siguiente elemento de ruptura procedió de la difusión del romanticismo en Europa, y la vinculación de éste con fenómenos de alzamiento político nacionalista, como fue el caso de Grecia, o tensiones unidas a la cuestión religiosa y a la idiomática, en la vecina Francia. No es posible ignorar el importante caso del alzamiento de Grecia respecto al Imperio Turco, en relación con el hombre clave del romanticismo, que fue Lord Byron. Este doble enlace entre carlismo y romanticismo se afianzó con la cuestión del idioma, que precisamente fue mostrada científicamente, en su obra magna Economía y Sociedad, por Weber, concretamente en relación con el idioma de Flandes como base explicativa de una secesión respecto al Imperio Germánico regido desde Viena, y precisamente impulsado por la cuestión de tener un idioma diferente y, asimismo, un planteamiento religioso dispar respecto al mundo imperial. Este planteamiento de Alfredo Weber tuvo un impacto en Cataluña, como consecuencia también de otro factor. Frente a las tesis librecambistas que parecían afianzarse en Madrid, y con fuerza durante el Sexenio Revolucionario que siguió a la expulsión del trono de Isabel II, se provocó una fuerza de apoyo al proteccionismo, a lo que cedió finalmente el Gobierno de Madrid. Pero este proteccionismo dio lugar a un desarrollo centrado en Barcelona, creador de un fuerte distrito económico industrial. Se afianzó esto a partir del inicio, con Cánovas del Castillo, del proceso de la Restauración, y que, desde entonces, hasta 1959, no ha dejado de crecer. Todo ese conjunto mencionado generó a partir de Barcelona, y hacia toda Cataluña, una creciente ampliación del sector industrial, con sus complementos del sector servicios, que precisaba financiación crediticia y ofrecía enlaces con toda España y que estaba ajeno a todos los planteamientos anteriores, y que era dificultado precisamente por la cuestión de la lengua.

Para mantener a Cataluña con actividad adecuada, recordemos el título del ensayo Catalunya, poble decadent, que mostraba que la inmigración cada vez más fuerte, debida a las medidas proteccionistas adoptadas, destrozaría los planteamientos anteriores, porque los inmigrantes -absolutamente precisos para la actividad económica deseada- prácticamente todos ve-nían de regiones españolas con valores culturales totalmente ajenos a los tradicionales catalanes. Esto planteó la cuestión de que quien viniese a Cataluña, debería relacionarse normalmente, no en el idioma oficial de España, prácticamente muy vinculado al castellano oficial, sino en el catalán, y esto debería ser ampliado, sobre todo, para las generaciones más jóvenes, a través de los medios de enseñanza. Renacía en Cataluña lo que había señalado Weber y ha llegado ese mandato hasta ahora. Y estas generaciones de población activa se han ido ampliando, y pasando a controlar las organizaciones obreras: un caso claro ha sido el del PSC, que es absolutamente independiente -basta leer sus estatutos- del PSOE, aparte de que puedan tener ambas organizaciones políticas algún modo de vinculación especial, pero manteniendo distancias siempre entre las sedes de Madrid y Barcelona.

En esa inmigración se encontraba la base de una revuelta continua, capaz de frenar cualquier desarrollo económico, como se observó en los acontecimientos que siguieron a 1919, o al planteamiento que se dio a la vida económica catalana, de modo progresivo, desde 1931 a 1939, con alzamientos tan fuertes contra el mundo empresarial, como el de 1934.

Al dotar de criterios europeos, cada vez menos nacionalistas en la actualidad, la llamada nacionalista generada tras la I Guerra Mundial, como consecuencia del hundimiento de cuatro Imperios -el alemán, el austriaco, el ruso y el turco-, y el desarrollo de la posibilidad de que continuase un fuerte avance económico con las tesis del rumano Manoilescu, se consideró, a pesar de los argumentos de Viner, de Haberler, que eso todavía era posible. Una línea que se afianzó con Cambó, se vinculó a tesis procedentes, precisamente, del llamado estructuralismo económico latinoamericano, de Raul Prebisch, equivocación radical que mucho perjudica a Cataluña.

Todo lo señalado hasta ahora muestra, en primer lugar, lo que se deseaba colectivamente, al fallar lo que podríamos denominar complemento crediticio, evidenciado tras la quiebra del Banco de Barcelona, poco después de acabada la I Guerra Mundial, y que permitió observar cómo iba a tener la industria catalana menores posibilidades crediticias para avanzar con fuerza en el conjunto de España, al carecer de una base de grandes bancos, como alternativa a los de Madrid y Bilbao. Se consideraba que las sucursales de ese bloque madrileño-vasco hacían desaparecer fondos de Cataluña para financiar actividades en el resto de España. Perpiñá Grau liquidó científicamente esa tesis, pero quedaban en el ambiente las ideas de una sustracción de fondos catalanes para beneficiar al resto de España, que perjudicaba las ventajas derivadas, de manera evidente, para el propio desarrollo económico de Cataluña.

Aunque se ha demostrado su falsedad, el 'España nos roba' mantiene su impacto popular

De la Banca se pasó a la Hacienda, jugando con los datos de los ingresos y gastos públicos, con un saldo negativo catalán, porque los fondos recaudados por los impuestos se dirigían hacia diversas regiones españolas. Salió así la base para considerar que, a través de un poder ejecutivo español, se decidía disminuir el saldo de fondos orientados hacia Cataluña, que era de donde procedían los ingresos. Precisamente, Trías Fargas, en un trabajo financiado por el Banco Urquijo, dirigió la confección de estudios concretos que pretendieron basar científicamente la frase que se venía divulgando en los medios secesionistas: ¡España nos roba! Este flujo de fondos que se pretendía se escapaba desde Cataluña al resto de España ha sido, científicamente, liquidado, pero no en su impacto popular, que pasó a orientar la creencia de las ventajas de una separación política capaz de impedirlo, lo que inmediatamente generaría la creación de un minúsculo mercado que eliminaría la productividad.

No obstante, el anterior choque entre argumentos separatistas e impulsos económicos no ha cesado. Como consecuencia de la separación que se busca de España, habría que referir que, automáticamente, desaparecerían las ventajas de la Unión Europea. Basta citar desde la pérdida de la PAC, para el campo catalán, a la salida del euro. Para evitar eso, era preciso asegurar que inmediatamente la independencia no impediría una adhesión al conjunto total, o por lo menos, a parte importante de él, en el ámbito europeo. Para eso, se puso en acción una política internacional vinculada a sectores separatistas. Y esa tesis de buscar apoyo para el separatismo, con apoyo exterior, se había manifestado ya en la etapa de la II República, como señalé en un largo artículo, gracias a documentos derivados del pleito, en el Tribunal de la Haya, entre Bélgica y España, en relación con el asunto de la Barcelona Traction. En ellos se muestra cómo el mundo del que podríamos calificar como separatismo conservador catalán buscó, al comienzo de los años 30, un enlace con el fascismo de Mussolini. El planteamiento imperialista italiano de aquellos momentos, se intentó vincular con una alianza con una Cataluña independiente, que englobaría también las Islas Baleares. La Guerra Civil española y la II Guerra Mundial eliminaron ese intento, que parecía estar muy adelantado.

El PSC es independiente y siempre mantiene las distancias respecto al PSOE

Olvidar todo lo señalado supondría abandonar datos fundamentales de un serio problema que, si se ignoran, pueden acabar significando una de las mayores complicaciones que pueden presentarse en España. Por un lado, el hundimiento económico de Cataluña, y por otro una puñalada feroz al conjunto económico español. Es evidente que Portugal se ha convertido en lugar muy atractivo para las inversiones españolas, y podría surgir una rectificación económica que compensaría la desaparición económica de Cataluña del resto de España y su sustitución, en lo económico, por Portugal. Sería algo así como una compensación de los fracasos de Felipe IV -agobiado por aquellas palabras que escribió en un documento que se encuentra en el Archivo Histórico Nacional-, tras un alzamiento de los sangleyes en Filipinas: "¡Portugal, Andalucía, Cataluña y, ahora, Filipinas!"

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