Opinión

Caso abierto en el poder judicial

Siguen las dudas por la politización de la Justicia

Sabido es que el Poder Judicial es uno de los tres pilares básicos del sistema democrático, y es también la confianza de los ciudadanos en la independencia y la credibilidad de la justicia y de los jueces uno de los principios fundamentales del Estado Derecho como garante de imparcialidad y de la igualdad ante la Ley que consagra nuestra Carta Magna.

La separación del juez De Prada del Tribunal que juzga la financiación irregular del PP y las críticas a la sentencia cuestionan la legitimidad de los argumentos de Sánchez para plantear la censura de Rajoy.

Principios y confianza que en las últimas semanas empiezan a resquebrajarse a la vista de las controversias, discrepancias y disparidades de criterios surgidas entre los diferentes órganos de la judicatura y sus representantes en relación con las principales sentencias y procedimientos abiertos que afectan a los partidos políticos, a las instituciones del Estado y a sus dirigentes, entre las que resalta especialmente la decisión del Pleno de los Penal de la Audiencia Nacional de destituir al juez José Ricardo De Prada como miembro del Tribunal que juzga la financiación irregular del partido popular, cuestionando su imparcialidad en la sentencia del caso Gürtel y criticando con dureza algunos de los párrafos expresados en el fallo.

"El posicionamiento explícito del magistrado en estas materias le priva objetivamente de la condiciones de imparcialidad exigibles", dice textualmente el auto de la Audiencia para refutar párrafos clave de la sentencia de De Prada que, recordemos, fue el argumento del que se sirvió Pedro Sánchez para plantear la moción de censura a Mariano Rajoy y que le llevó directamente a La Moncloa con el apoyo de los populistas, los nacionalistas y los independentistas. Censura y derribo de un Gobierno que, a tenor de los fundamentos jurídicos que aporta ahora la Audiencia, se cimentó sobre una sentencia aparentemente arbitraria y que vuelve a resucitar las sospechas de politización de la Justicia.

El aplazamiento pedido por el magistrado de los ERE de Andalucía aplaza la sentencia hasta después del 10-N, en contra de lo previsto y para alivio del PSOE.

Una sensación que se transmite también a raíz de las reacciones a la sentencia del procés y en especial por la decisión del Tribunal de considerar una "ensoñación" lo que para una mayoría de juristas y analistas fue una rebelión. "Aún partiendo de los hechos probados por el Tribunal Supremo esto era un rebelión, no una sedición", afirmaba el catedrático de Derecho Penal Enrique Gimbernat en un seminario sobre la sentencia, en el que el ex magistrado del Constitucional, Manuel Aragón apostillaba que "la clave pusieron medios necesarios para conseguir la independencia, y por motivos no imputables a ellos, como el no reconocimiento internacional, la operación fracasó".

Incluso el presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, no ha tenido reparo en confesar que la impresión que tuvo el 27-O de 2017 es que los condenados "estaban intentando subvertir el orden constitucional", aunque a continuación se apresure a matizar que respalda plenamente el fallo.

Y qué decir del llamado juicio de los ERE de Andalucía en el que están imputados los expresidentes socialistas Manuel Chaves y Juan Antonio Griñán. Un juicio que se inició en diciembre de 2017 y que este fin de semana hemos conocido que el juez encargado de la pieza política del proceso ha pedido un aplazamiento del plazo que le había dado el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, por lo que la sentencia no se conocerá hasta pasadas las elecciones del 10-N en contra de lo que estaba previsto y para alivio del PSOE. ¿Casualidad?

Son demasiados casos abiertos y demasiadas controversias que urgen a esa tantas veces anunciada y nunca realizada reforma de la justicia, para evitar esa sensación de inseguridad jurídica y de politización que empieza a cundir entre la opinión publica y que desde algunos extremismos se está intentando fomentar. Como dice, y dice bien, la sabiduría popular, la mujer del César no sólo debe ser honesta, sino parecerlo y demostrarlo.

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