
En una cena veraniega entre amigos y en Santander, un funcionario de la UE recién jubilado y para mí desconocido nos ilustró (asustó) con sus conocimientos sobre los efectos destructivos del cambio climático. Al día siguiente y a mi demanda me envió un artículo1 firmado por él en el cual se puede leer, entre otras cosas, las siguientes:
"Dos siglos de brutal explotación de los recursos nos han llevado a una situación crítica: la capacidad de carga del planeta está al borde del colapso […] También parece perfilarse un consenso sobre la relativa inminencia del fin de este mundo: el marco temporal del colapso de nuestra civilización va desde la década de los 2020 para los más agoreros hasta el fin de siglo para los más optimistas".
Los escenarios que se perfilan –siempre según el autor- varían entre "el renacer de una nueva civilización basada en relación armoniosa con la Naturaleza y la extinción de la Vida en el planeta".
Los ideólogos del clima siempre exageran y amenazan con el apocalipsis
Sus palabras se basaban en lo que han escrito los miembros de un movimiento nacido en 2018 a impulsos de Jem Bendell, de la Universidad de Cumbria (Reino Unido). Este movimiento se llama Deep Adaptation y según ellos, "el colapso es ya inevitable y ocurrirá en el corto plazo y es probable que el colapso venga acompañado de una catástrofe. También es posible que la especie humana se extinga como consecuencia de ello".
Además, Deep Adaptation cree que estamos ante un problema irresoluble (predicament, en inglés). Nada puede hacerse ya para evitar el colapso de nuestra civilización. Como consecuencia, perderemos los elementos básicos de la vida humana: alimentos, agua, techo, vestido… Vamos, que según ellos estamos ya en vísperas del fin de la Humanidad.
Algo asustado, remití el artículo a unos cuantos amigos, entre ellos al profesor Juan Calaza. He aquí parte de la respuesta de Calaza:
"Creo que los autores no tienen ni la menor idea de lo que dicen. La temperatura actual del planeta está 1 grado centígrado por debajo del "optimo medieval". La "pequeña edad glacial" (LIA) terminó hacia 1850. Si terminó quiere decir que a partir de ahí la temperatura tuvo que subir. Si subió tuvo que aumentar la emisión de CO2 por cuanto el mar es su principal pozo. En todos los registros glaciares, desde hace 400.000 años, el calentamiento del planeta precede a la concentración en CO2. Y ese aumento de CO2 ha permitido, por fotosíntesis, extender la biomasa vegetal (forestal y cultivos nutritivos) en los últimos 30 años hasta una superficie equivalente a 33 veces Francia. En ese tiempo, España vio crecer un 35 por ciento la superficie arbolada".
Y añadía Calaza: "Los informes del IPCC2 valen lo que las previsiones de Al Gore: cero".
Pienso que los ideólogos que están metidos en las estructuras de carácter internacional (ONU, OCDE, UE…) siempre están dispuestos a exagerar y también a amenazar con el apocalipsis. Por otro lado, hay un notable abandono del espacio público (invisibilidad se dice ahora) por parte de los científicos rigurosos, que se han vuelto invisibles en el momento presente.
Yo, amable lector, le digo a este propósito lo mismo que el popular anuncio de la ONCE: "Ahí lo dejo".
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