
Si Quentin Tarantino ha hecho un soberbio retrato surrealista de Los Angeles en los 60 con "Érase una vez en… Ho-llywood" (2019), podría hacer lo mismo si se fijase en la España actual. La situación que se vive es tan absurda que da pie a filmar una comedia negra de primer nivel.
El regreso de las vacaciones estivales presenta un panorama "kafkiano". La economía en plena desaceleración, los independentistas catalanes en ebullición, el Gobierno provisional de Pedro Sánchez bloqueado, el jefe de la oposición, Pablo Casado, sin rumbo fijo, Albert Rivera, líder de Ciudadanos y gran responsable de la situación del bloqueo político, desaparecido en combate, banqueros y empresarios noqueados, la Justicia campando por sus respetos, y las instituciones que no funcionan.
Con estos mimbres co-mienza un nuevo curso político en el que nadie sabe lo que va a pasar. La bolsa por los suelos, el Brexit asustando a propios y extraños, la guerra comercial entre Estados Unidos y China al rojo vivo, y en Argentina vuelve el peronismo de la mano de Cristina Fernández de Kirchner a pesar de ser la gobernante más corrupta del Cono Sur, para espanto de nuestros inversores.
No hay ni un solo input positivo. Hasta el punto que las finanzas del Estado siguen encauzadas por los Presupuestos Generales del Estado del PP, que en su día confeccionó el tan denostado Cristóbal Montoro. España vive en la provisionalidad desde hace cuatro años y esto no tiene pinta de que vaya a cambiar.
Nuestro país vive en la provisionalidad desde hace cuatro años y no parece que vaya a cambiar
Es un tiempo raro, en el que todo el mundo trata de adaptarse a la nueva situación, aunque nadie sabe muy bien en qué consiste el cambio. No se trata de un enfrentamiento entre la izquierda y la derecha, sino entre lo nuevo y lo viejo. El PSOE y el PP es el pasado; y Podemos, Ciudadanos y Vox se supone que son el futuro, pero como en el chiste "Virgencita, virgencita, que me quede como estoy".
La llamada "nueva política" parece un horror. A Pablo Iglesias, su mujer Irene Montero le ha cortado la coleta y como a Sansón parecen habérsele ido la fuerza y las ideas. Albert Rivera trata de aprovechar el sentimiento antipolítico de la población para convertirse en una especie de Salvini español. Y Abascal, subido en el caballo blanco de Santiago, parece arremeter contra todos y contra todas.
El líder del independentismo catalán, Oriol Junqueras, se encuentra sumido en un ataque de misticismo y se cree que es el Mandela catalán, mientras espera en prisión la sentencia por un intento de golpe de Estado en palabras del fiscal. El presidente de la Generalitat y Carles Puigdemont desojan la margarita de convocar o no elecciones en Cataluña tras los juegos forales que se esperan una vez que se conozca la sentencia del juicio del procés.
Este es el paisaje después de las vacaciones; una situación que repugna la razón… como una película de Tarantino.