
Los datos más recientes del índice PMI (el indicador adelantado que monitoriza la actividad de los principales sectores económicos) ofrecen malas noticias para EEUU y, sobre todo, para Europa.
Al otro lado del Atlántico, el PMI industrial de agosto se situó en 49,9 puntos. Es el registro más bajo desde 2009, en vísperas de la Gran Recesión, y evidencia un primer signo de contracción (toda lectura de este barómetro inferior a 50 unidades supone un retroceso). Pero el deterioro es más profundo en las fábricas alemanas, ya que continúan en este mes el retroceso que iniciaron en enero. Es cierto que lo hacen a menor ritmo, ya que su PMI de agosto refleja un alza de cuatro décimas (hasta 43,6 puntos) respecto a julio.
Sin embargo, esta mejora, además de leve, presenta visos de que lo tendrá difícil para continuar en los próximos meses. No en vano el gran motor de la economía alemana, la exportación, está en mínimos de tres años y el propio Bundesbank prevé que su economía entre oficialmente en recesión en este trimestre. La eurozona no puede salir indemne de los apuros que sufre su locomotora. Lo muestra ya la creación de empleo, cuyos niveles son los más bajos desde 2016. El PIB de la Unión Monetaria amenaza también con resentirse en un momento en el que coincidirán la debilidad alemana con la desaceleración del país que ahora muestra mayor ímpetu: España (su sector privado avanza al menor ritmo desde 2013??).
Pese a los próximos estímulos del BCE e incluso del Gobierno alemán, sería precipitado descartar la contracción del PIB
Es cierto que el BCE prepara nuevos estímulos, mientras Berlín estudia un cuantioso programa de inversiones. Con todo, resultaría ingenuo dar por totalmente disipadas las amenazas de recesión en la eurozona, máxime cuando influyen otros factores como la aún incierta evolución de la guerra comercial y del Brexit.