
El mercado argentino se vio ayer sacudido por el resultado de las primarias electorales (una especie de ensayo para los comicios presidenciales de octubre) celebradas en el país. La enésima reencarnación del peronismo, el partido Frente para Todos, vio cómo su candidato Alberto Fernández (respaldado por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner) barría en las votaciones al actual inquilino de la Casa Rosada, Mauricio Macri.
El espectacular retroceso de este último es la mejor prueba de la desafortunada cadena de errores en la que incurrió desde su esperanzadora victoria en 2015. Macri hizo bandera del "gradualismo" en la aplicación de reformas liberalizadoras. El miedo al shock que podría sufrir la apertura de una economía intrvenida en múltiples frentes, desde los precios de la energía hasta el cambio de divisa, le hizo demorar las decisiones, hasta prácticamente el momento en que tuvo que recurrir a la ayuda del FMI. Su timidez no sólo no ha evitado ese shock, ya que el PIB encadena cuatro trimestres de retroceso, sino que ha concentrado sus efectos en el final de su mandato, el más difícil políticamente. Pero aún más grave resulta la parcialidad con la que ha conducido las escasas reformas que, localizadas en sectores muy concretos, sí lanzó en años anteriores. Los perjuicios contra la competencia que supuso autorizar la fusión de Telecomo y Cablevisión constituyen el mejor ejemplo de las oportunidades que Macri desperdició en aras de intereses partidistas. Pero el mayor daño se identifica con el impulso que el kirchnerismo ha sabido obtener de los errores del actual presidente. Su previsible regreso al regreso consolida la nueva era de Gobierno populistas que se ha abierto en América Latina.