Cuando hace la compra, al coger el recibo de una tarjeta de crédito, o al pagar un título de transporte público o una entrada de cine, el ciudadano medio está en contacto con el papel térmico. Un soporte que forma parte de la vida cotidiana y que en unas semanas se verá sometido a una gran reestructuración en toda Europa. Porque el cambio de año significará también el de los tiques en todo el Viejo Continente.
La razón es el bisfenol A, un producto químico que se usa para la fijación de la tinta en estos tiques. La sustancia se encuentra en el foco de atención de las autoridades sanitarias europeas porque es un disruptor endocrino, un elemento que altera el equilibro hormonal y que aparece regulado por la Unión Europea como "tóxico para la reproducción humana".
La Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA, por sus siglas en inglés) incluyó al bisfenol en 2016 en la lista de sustancias muy preocupantes no solo en cuanto a aspectos de reproducción, sino también "a un nivel equivalente de preocupación por carcinogénico y mutagénico". En ese mismo año, la Comisión Europea dio un plazo de 36 meses a los fabricantes de papel para restringir el uso del bisfenol A a un máximo del 0,02% en peso. Una medida dirigida especialmente a los trabajadores en riesgo: los que trabajan diariamente con este tipo de papeles, como los cajeros de supermercado.
Juan J. Iruin, catedrático de Química Física y experto en plásticos, refrenda que este contacto con el bisfenol A puede darse por vía dérmica, pero hace hincapié en la gran capacidad de barrera que posee la piel. Uno de los estudios más recientes sobre el asunto cifra en menos de un 4% la cantidad de bisfenol que absorbe la piel. Algo que, defiende, se transforma en el organismo en glucurónido de bisfenol A, que no tiene carácter estrogénico. La agencia alimentaria de EEUU, la FDA, ha constatado en diferentes estudios que los primates (y, por ende, los humanos) metabolizan y excretan este bisfenol A en forma de glucurónido en cuestión de horas.
En la misma línea va Deborah García Bello, química y divulgadora científica, que asegura que la normativa de la UE respecto a los tiques obedece al principio de precaución: "Una solución (para los trabajadores) podría ser ponerse unos guantes. Eso sería suficiente, pero como nunca es así y el sistema es sencillo, se cambia". En todo caso, asegura que no hay motivo para la alarma, ya que "las autoridades sanitarias se encargan de medir la exposición y de controlar los niveles a los que estamos expuestos".
Una de las alternativas que más suenan para sustituir al bisfenol A, tal y como recoge la ECHA, es el bisfenol S, que tampoco está libre de sospechas ("existe la preocupación de que pueda causar problemas de salud similares") y está siendo monitorizado a instancias de la Comisión Europea. En 2018, el uso del bisfenol S fue del 18% en el papel térmico manufactorado y comercializado en Europa por la European Thermal Paper Association (EPTA).
Juan J. Iruin no es alarmista con el bisfenol S, aunque destaca la todavía escasa bibliografía que existe: "Hay trabajos que indican que el carácter estrogénico del S es menor que el del A y en otros donde se evalúan que están a la par. En cualquier caso, la actividad estrogénica de ambos es miles de veces inferior al del estradiol (E2), una hormona esteroide sexual femenina, que se suele tomar como referencia de estrógeno más potente".
La sombra del bisfenol no está solo en los tiques de papel térmico, sino también en otros productos como los envases alimentarios y otros que están hechos de plásticos concretos. La Autoridad Europea para la Seguridad de los Alimentos (EFSA) lleva años estudiando un asunto sobre el que siguen existiendo "incertidumbres", pero sobre el que hay un consenso científico claro: las exposiciones al bisfenol A están por debajo de los límites recomendados y, por lo tanto, no suponen una amenaza a la salud de los seres humanos.
En paralelo a este dictamen, que será objeto de revisión en unos meses, en los últimos años se han ejecutado ciertas medidas que buscan, ante todo, el blindaje ante posibles exposiciones tóxicas a ese bisfenol A. Francia ha prohibido su utilización en envases y la UE lo hizo en los biberones y tuppers en 2011 y con las botellas de plástico y envases que contengan alimentos para bebés y niños menores de tres años de edad en 2018.
En palabras de García Bello, estas medidas son de "muy por si acaso". La química afirma que lo normal es que el bisfenol A desaparezca en el proceso de creación de los polímeros. Lo corrobora Juan J. Iruin, que asegura que "el bisfenol A desaparece como tal porque reacciona con otras materias primas para dar lugar a esos polímeros".
Los dos especialistas coinciden, no obstante, en que algún residuo puede quedarse sin reaccionar y presentarse en su forma natural, aunque García Bello asevera que es "difícil que ocurra" e Iruin aclara que "no quiere decir que eso sea peligroso". La clave radica en el nivel de exposición al bisfenol A, y en ese sentido la EFSA ha insistido en que la Dosis Diaria Tolerable se ha situado varias veces por debajo del umbral de riesgo.
El profesor Nicolás Olea es una voz discrepante que asegura que, con el bisfenol, no hay límites de seguridad
A pesar del consenso científico, una voz discrepante se lleva alzando durante años advirtiendo de que el peligro del bisfenol A es mayor del que establecen las autoridades. Es la de Nicolás Olea, catedrático de Radiología y Medicina Física y experto en disruptores endocrinos, que aboga por la prohibición del uso de productos de consumo fabricados con bisfenol A.
"Cualquier exposición a un disruptor endocrino es tóxica, para los disruptores endocrinos no hay niveles de seguridad", enfatiza Olea, que hace referencia a lo que, en su opinión, las autoridades no han tomado en cuenta, el efecto cóctel: "El bisfenol A no está solo, hay otros 100 compuestos químicos actuando con actividades similares y a través del mismo mecanismo (...) hay más compuestos en combinaciones bajas y el efecto final es el resultante de la combinación de todos ellos".
Olea difiere de la aplicación real del principio de precaución, ya que, en su opinión se debería haber utilizado para cerrar por completo el riesgo de exposición: "Ha habido una enorme financiación europea para producir investigación libre y competitiva que no se está usando con fines reguladores y en cambio se usan unos cuantos estudios muy mediocres hechos por oficinas y agencias muy próximos a la industria del papel". Tras conocerse las restricciones de la UE, la ETPA apoyó la decisión comunitaria asegurando que los fabricantes respetarían la norma.
El médico, que critica la falta de voluntad política, ha elaborado estudios en la Universidad de Granada en los que vincula la exposición al bisfenol A a problemas reproductivos, riesgo de diabetes o incluso de cáncer. Olea no acepta las tesis de los científicos que informan de la baja migración de la sustancia al plástico y mantiene su escepticismo y alarma con el bisfenol S: "Insistimos a la administración europea de la estrogenización de todos los bisfenoles. Son hormonalmente activos y no son una salida. Es la alternativa que ellos quieren vender".