Madrid
La mayor probabilidad de contagio de coronavirus en espacios interiores ha convertido la buena ventilación de estos espacios en una prioridad el regreso de los alumnos a las aulas en tiempo de pandemia. Como las mascarillas o el gel hidroalcohólico, los medidores de dióxido de carbono (CO2) han surgido como uno de los métodos para protegerse ante la enfermedad. Son, simplemente, una herramienta que si se usa sola obviando el resto de medidas tiene poca utilidad. Pero, si se combina con el resto de precauciones, tienen un gran valor en la lucha contra el covid-19.
Diversos estudios han demostrado que la transmisión en interiores por aerosoles es una de las vías de contagio más importantes, por lo que, para evitar que los colegios y las clases se conviertan en un problema, la utilización de estos medidores de dióxido de carbono aparecen como una medida extra de seguridad que ayuda a saber a los docentes (y trata de tranquilizar a padres y familiares) el nivel de ventilación de las aulas y cuándo llega el momento de renovar ese aire para reducir el riesgo. Existen hasta calculadoras que cifran el riesgo real de contagio en determinadas circunstancias, y la creciente evidencia al respecto ha hecho que se recomienden cambios en la actitud de las personas en estos espacios, ya que incluso actos tan aparentemente inofensivos como una conversación pueden ser peligrosos.
Por todo esto, tener una buena renovación y ventilación del aire se antoja fundamental. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha elaborado una guía para la ventilación de las aulas en la que aconseja la utiliación de medidores de CO2, un arma que se debe usar a la par que el lavado frecuente de manos, la distancia interpersonal y el uso de mascarillas.
La guía del CSIC está avalada por el Ministerio de Ciencia e Innovación y tiene aportaciones de la Consellería de Educación de la Comunidad Valenciana y de la guía elaborada por la Universidad de Harvard. Confirma que una de las maneras de reducir la exposición al virus es la renovación y ventilación del aire y, en este sentido, saber el nivel de concentración de ese CO2 en el aire.
¿Cómo han de ser los medidores de CO2?
Los medidores han de cumplir con una serie de parámetros: deben proporcionar los datos sin necesidad de que sean descargables en otros formatos, deben tener la capacidad de dar un dato por minuto, han de contar con una pantalla que muestre en nivel de CO2 en tiempo real, tener una tecnología NDR y un coste aproximado de entre 100 y 300 euros.
El CSIC indica que, en caso de dudas, hay que seguir siempre las recomendaciones del fabricante y da un consejo: para saber si el aparato funciona, se puede realizar una medición al aire libre, que debe ser de unas 420 ppm (partes por millón).
La guía del Ministerio de Sanidad sobre aerosoles, medidas de prevención y recomendaciones establece que la medición de dióxido de carbono es importante para conocer la tasa de ventilación de una estancia. Este informe va en la línea del anterior y se usó en una nueva guía de la Universidad Autónoma de Madrid, que ahonda en el concepto de aulas testigo: como las clases suelen tener unas medidas muy similares, se procede a calcular la ventilación del aire en las que presenten dichos estándares y elaborar estrategias para el resto de aulas con esas características de longitud, altura de techo o número de ocupantes parecidas.
La Comunidad de Madrid ha sido una de las regiones que ha apostado por la compra de medidores de dióxido de carbono en vista a una mayor seguridad en las aulas. El ejecutivo madrileño anunció su compromiso de adquirir 5.000 ejemplares para poder ser usados en esas aulas testigo de las que hablaba la Universidad Autónoma y que podrían dar instrucciones a seguir en el resto de centros educativos.
