
Ayer se fabricó el último Nissan GT-R R35 en la planta de Tochigi (Japón), marcando el cierre de un capítulo de 18 años en la historia, ya no del automóvil, si no del cine, y la vida de los amantes del motor. El vehículo final, una edición Premium T-Spec en color Morado Medianoche, será entregado a un afortunado cliente japonés, poniendo así fin a una leyenda que comenzó allá por 2007 y que para muchos supuso un antes y después en el automovilismo, así como la puerta de entrada a muchos otros.
El mito de Godzilla
Parecía imposible que Nissan lograse hacer algo si quiera similar al R34, un icono que enamoraba y giraba cabezas a su paso allá por donde pasaba, sin embargo en 2007 llegaban noticias desde Japón: el R35 estaba listo para ser presentado al mundo (no sería hasta un tiempo después que llegaría a Estados Unidos en 2008 y, finalmente, al el resto del mundo en 2009).
El GT-R irrumpió en el segmento de los súper deportivos con una combinación sin igual: tracción total, caja de doble embrague, motor V6 biturbo de altas prestaciones… todo a un precio de 70 mil euros aproximadamente, algo realmente competitivo para los deportivos del momento que se encontraban en el mercado. Durante 18 años, Nissan ha fabricado cerca de 48 000 unidades, cada motor elaborado a mano por un equipo central de tan solo nueve maestros artesanos —los Takumi— cuya firma figura en una placa adherida a cada motor como ocurre con Aston Martin.

Lo que Nissan ha llamado "Godzilla" por su imponente presencia y rendimiento así como por la cultura japonesa del mítico monstruo (nunca mejor dicho), pasó de ser una curiosidad a un referente mundial: capaz de poner en jaque a coches mucho más caros, y convertirse en objeto de culto por entusiastas, prensa y pilotos. Su aceleración, comportamiento en curva y fiabilidad lo convirtieron en el "coche que hizo accesible lo inaccesible", permitiendo tener un coche capaz de otorgar las sensaciones que coches que le triplicaban el precio no lograban, así como abrir el acceso al segmento a personas por todo el mundo.
Más allá del asfalto: el GT-R en la cultura popular

En el cine, su aparición en la saga Fast & Furious elevó su estatus hasta el de icono global: un coche que simbolizaba velocidad, audacia y sueños cumplidos de un histórico como es Brian O'Conner (Paul Walker) que pasaba de su mítico R34 gris con rayas azules a un GTR negro que después tunearía y en el que resaltaba su acabado en azul mate.
Una despedida emotiva
La escena fue cargada de emoción: los empleados de la factoría de Tochigi se reunieron para conmemorar el fin de un ciclo incomparable. Desde Nissan, el presidente y CEO mexicano Iván Espinosa expresó:
"Después de 18 años extraordinarios, el R35 GT-R dejó una huella imborrable en la historia del automóvil. Gracias por formar parte de este viaje. A los fans en todo el mundo, les digo que esto no significa un adiós definitivo al GT-R; nuestro objetivo es que regrese algún día".

La despedida tuvo su dosis de simbolismo con las ediciones especiales T-Spec y Track Edition, que lucían componentes internos más refinados —como anillos de pistón, bielas y cigüeñales balanceados— antes solo reservados a versiones Nismo. En sus últimos días de vida, el GT-R logró entregar más de 570 CV en su versión estándar y hasta 600 CV en la variante Nismo, unas cifras que hacían temblar las piernas a los ingenieros de Santa Agata Bolognese y Maranello entre otros.
¿Y qué hay del futuro?

Nissan no ha terminado de escribir el libro de Godzilla y ya trabaja en un posible sucesor, el R36, que según rumores será electrificado (algo que haría que su historia realmente acabase de la peor manera: no puedes castrar así a un coche que sería el equivalente a un semental italiano en el mundillo ecuestre). Basado en el concepto Hyper Force presentado en 2023 —que exhibe hasta 1.341 CV y baterías de estado sólido—, la nueva generación podría marcar un nuevo hito tecnológico y emocional para los puristas del motor, como decimos, basado en la propulsión 100% eléctrica.
Un legado que será eterno
El Nissan GT-R R35 no fue solo un coche, fue un referente. Cambió el paradigma de los súper deportivos, inspiró pasiones y demostró que la excelencia no necesita un precio desorbitado. Su valor crece incluso como coche usado, en parte por su rareza, simbología y lo que ha significado para todos.
Este adiós es sentido, porque se marcha un mito como ha pasado con el Audi R8 y el TT, el Chevrolet Camaro (quién no recuerda a Bumblebee) o los Dodge Challenger y Charger como los de Toretto entre otros. Pero también hay un atisbo de esperanza, porque el emblema GT-R aún late, y su futuro promete nuevas historias de rendimiento, innovación y culto al automóvil, y quien sabe, si un tirón de la palanca de freno de mano que haga que en Japón digan: tiene que ser de combustión.
El R35 se despide, pero como dice su presidente y Ceo: su historia no termina aquí.