
Ficosa amplía su capacidad en Norteamérica pese a las dudas del coche eléctrico. El fabricante de retrovisores ha abierto una nueva fábrica en Monterrey (México) en la que ensamblará los dispositivos producidos en su actual instalación, a escasos 20 minutos de la nueva localización. La firma logra así más espacio en su centro, en el que construye una instalación de pintura que estará operativa en un año.
El consejero delegado de la compañía catalana en Norteamérica, Joan Cañellas, explica a elEconomista.es que la operación responde a un movimiento estratégico que servirá para mejorar la capacidad productiva en el continente. Así, se optó por trasladar el ensamblaje de retrovisores a una nueva fábrica para construir una línea de pinturas que mejorase la actual. El nuevo centro ya está en funcionamiento y la nueva cadena inicia ahora el proceso de homologaciones habitual. Es la tercera planta en la región, pues la organización tiene otra dedicada a los recambios y que opera también como centro técnico. La inversión total del proyecto ha rondado los 10 millones de dólares, cifra Cañellas.
"Hemos abierto la nueva fábrica porque hemos visto que tras el coronavirus los costes en Estados Unidos han aumentado mucho", señala, en una conversación celebrada en el marco del XIII Fòrum Femcat. "Antes nos costaba mucho competir por el coste logístico, pero los dispositivos se han encarecido mucho porque se le ha incorporado mucha tecnología. El retrovisor que antes valía 30 dólares ahora vale 100 dólares por lo que la logística ya no tiene tanto peso", añade.
Sin embargo, el dirigente asume el riesgo que puede suponer la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, de la mano de lo que se presupone una agresiva política de aranceles. "Es un tema crítico que se debe renegociar en 2026. Estamos todos a la expectativa a ver qué pasará", dice.
Ficosa produce el 100% de los retrovisores que vende en Norteamérica en México o en la planta de Tennessee, en la que ha centralizado sus operaciones en Estados Unidos. "El 90% de nuestros proveedores también están en la región", añade el dirigente.
Pero más allá del posible efecto Trump, la industria de la automoción -tanto fabricantes como componentes- sufre la lenta adopción del coche eléctrico. "Supone un 8% de las ventas y aproximadamente el 80% se lo lleva Tesla. Notamos que las expectativas no se están cumpliendo", desgrana.
Por ello, la firma ha pasado de unas ventas que históricamente eran de 300 millones de dólares anuales a caer hasta los 270 millones de dólares. "En Estados Unidos entramos en una fase defensiva. Nosotros y la mayoría de los proveedores", admite.
Y es que la gran apuesta realizada hace pocos años, cuando se lograron contratos de vehículos limpios de Rivian, Volkswagen, General Motors y Ford, depende ahora del éxito comercial de unos vehículos que, por el momento, no se venden al ritmo esperado. "Al mercado le está costando", zanja Cañellas.